Caminando sobre las aguas, Jesús sale al encuentro de los apóstoles para darles paz y enseñarles que por la fe su barca no sucumbirá ante ninguna tempestad
Contemplando a nuestra Madre Inmaculada, bella, totalmente pura, humilde, sin soberbia ni presunción, podemos reconocer nuestro destino verdadero: ser amados, ser transformados por el amor de Dios.