Lecturas de hoy. Domingo 14 de Abril de 2024

Leamos y estudiemos con pasión la Sagrada Escritura, que es crecer en amor y conocimiento de Jesucristo

COLEGIATA DE SANTA MARÍA (Talavera de la Reina)
COLEGIATA DE SANTA MARÍA (Talavera de la Reina)
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del III Domingo de Pascua

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (3,13-15.17-19):

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 4,2.7.9

R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

Escúchame cuando te invoco,
Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. 

R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

Hay muchos que dicen:
«¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro
ha huido de nosotros?» 

R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

 

En paz me acuesto
y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor,
me haces vivir tranquilo. 

R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»



Palabra del Señor

Comentario

Es la tarde del día de la resurrección. Los discípulos de Emaús tienen el corazón ardiente. La noticia de la resurrección es tan extraordinaria que se apresuran a compartirla con los Once apóstoles. Estos se adelantan diciéndoles que Jesús ya se había aparecido a Simón Pedro.

Durante este intercambio de experiencias inéditas, el Señor Jesús se hace presente en medio de ellos. Les invita a fortalecer su fe, todavía vacilante. Les dice que miren sus manos y sus pies, que lo toquen: ¡es realmente Él! Estaban alegres, pero asombrados; les costaba creer que Jesús estuviera realmente allí. Se necesita fe para reconocerlo en su cuerpo glorioso. Así que Jesús come un poco de pescado asado ante ellos. Al informarnos de esto, san Lucas insiste en la realidad de la aparición del Señor, que tiene carne y huesos (cf. v. 39).

Jesús muestra sus pies y sus manos llagadas a los Once: efectivamente, es Él, Jesucristo, "uno y el mismo", como dirá la Tradición de la Iglesia, quien fue crucificado, muerto y enterrado, y que ahora está ahí, ante ellos, vivo y sano. Ha resucitado de verdad. Su cuerpo que permaneció unido a la divinidad después de la resurrección, pero que estaba muerto, separado de su alma humana, este cuerpo ha resucitado. Este gran misterio es el fundamento de nuestra fe.

El Señor invita entonces a sus discípulos a creer y les explica que es de Él de quien habla la Escritura. “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito” (v.44): las cosas fueron escritas porque se iban a cumplir. Entendemos que la Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos –parte de los llamados “Escritos” de la Biblia hebrea – constituyen la preparación al Evangelio: ya daban testimonio del misterio de Cristo. ¡Ojalá tengamos nosotros pasión por la Sagrada Escritura, Antiguo y Nuevo Testamentos, que es pasión por Jesucristo! Leamos y estudiemos con pasión la Sagrada Escritura, para crecer en amor y conocimiento del Verbo encarnado y, en Él, entrar en la corriente trinitaria de Amor.

Desde entonces a los discípulos les tocará ser testigos de Cristo, predicar la conversión para el perdón de los pecados a los judíos y a todas las naciones. Para ello, Cristo les promete la asistencia del Espíritu Santo (v. 49). La primera lectura muestra a Pedro cumpliendo, ante los judíos, la misión recibida de Jesús (cf. Hch 3,13-19). En la segunda lectura, san Juan nos invita a guardar la Palabra del Señor, a observar los mandamientos y a vivir así del amor de Dios (1 Jn 2,5): sin duda, habrá visto como la Virgen Santísima lo hacía.

La alegría presente esa noche (v. 41) acompaña toda la vida del cristiano, como una misteriosa presencia del Espíritu Santo. Es una alegría que estamos llamados a transmitir. Cristo sólo piensa en hacer de nosotros hijos e hijas del Padre eterno, pues está lleno del Espíritu: "Esta alegría, en el olvido de sí mismo, es la mejor prueba de amor".

Lo que pedimos al Señor con el Salmo de la liturgia de la palabra de hoy se cumple con la resurrección: "Alza sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro" (Sal 4,9).

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