Me apunto a hablar sobre la “Dignitas Infinita”

El cardenal Víctor Manuel Fernández mostrando el documento “Dignitas Infinita”.
El cardenal Víctor Manuel Fernández mostrando el documento “Dignitas Infinita”.

Me apunto, primero, a leer con calma el nuevo documento de la factoría cardenal Fernández, “Dignitas Infinita”.

Esto quiere decir, en mi caso, a dar un par de vueltas, al menos, a un texto síntesis de la doctrina del pontificado y de su enfoque sobre determinadas cuestiones básicas para el hoy de la historia.

No en clave de polémica intra eclesial, es decir, de lo que dice, de lo que no dice, de lo que debiera decir, de lo que no debiera haber dicho, de cómo lo dice o cómo lo pudiera haber dicho, sino a la luz del actual debate sobre la reformulación filosófica, que acaba siendo política y legislativa, del concepto de dignidad.

Dejemos lo que pudo haber sido y no fue –parte introductoria, excesivamente explicativa de lo procedimental-, y disfrutemos de lo que es.

Inciso. Suelo hacer uno los viernes un repaso de lo que en la página web de “Ecclesia” hay colgado de las denominadas pastorales de los obispos españoles.

Una sección que es un magnífico servicio, dado que, entiendo, sin filtros, publican todos los textos, que se les remiten, de autoría episcopal.

Aún no he encontrado escritos de obispos españoles sobre este documento. Tendremos lógicamente que esperar unos días. Serán interesantes las incidencias y perspectivas, enfoques, de nuestros prelados sobre esta síntesis y propuesta.

Percibo también demasiado silencio “opinativo” en la prensa española sobre este texto. Como si se pensara que hemos vuelto a otros pontificados anteriores y la respuesta fuera el mutis por el foro o por el forro.

No ocurrió así cuando, incluso en los tiempos, salió “Fiducia supplicans”. Ya sabemos que los marcos mentales de los medios y los mediadores juegan estas pasadas.

 

A lo que vamos. Me gustaría, por ejemplo, que Javier Gomá, que escribió un libro sobre el concepto de dignidad, se lanzara a hacer un comentario de este documento.

Decía Gomá en su libro que “la dignidad es el concepto más revolucionario del siglo XX, dotado de tal fuerza transformadora que su mera invocación, como si de una palabra mágica se tratara, ha servido para remover pesados obstáculos que frenaban el progreso moral de la humanidad dando impulso a su formidable avance en la última etapa”.

Por contra, el profesor de Harvard, Steven Pinker, escribió un artículo titulado “The Stupidity of Dignity”, en el que sostenía que el concepto de dignidad no es otra cosa que un caballo de Troya para introducir las ideas cristianas en el debate ético.

Texto al que respondió, en parte, Roberta Green Ahmanson, en “Public Discourse”,  llamando la atención sobre los nuevos usos del concepto de dignidad, que se utiliza para justificar cambios ideológicos en cuestiones como el aborto, el matrimonio gay, el cambio de sexo o el suicidio asistido.

Para quienes utilizan ese concepto clásico vaciándolo de su contenido primigenio, y mutándolo hacia un contenedor de nuevos significados, dignidad ya no tiene que ver con quiénes somos, sino con lo que “nuestra voluntad libre de restricciones puede hacer o puede impedir hacer a otros”.

Este es el contexto en el que aparece en el escenario la “Dignitas Infinita”. Por eso es importante que la Iglesia, ahora en modo cardenal Fernández, nos recuerde el texto y el concepto de la comprensión de la identidad de lo humano, las repercusiones que ese proceso tienen para la vida social y personal, las amenazas antiguas y nuevas.

 La cuestión sería que esta propuesta de la Iglesia a la sociedad, a la academia, al pensamiento, en forma de documento, sirviera para el diálogo público, para el debate en los lugares de conformación de la política, de la influencia social, y no fuera una especie sólo de grito en una cámara eco.

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