Sobre la “Doctrina del descubrimiento” y los actos “malvados de muchos cristianos contra los indígenas”
El Vaticano acaba de emitir una nota conjunta sobre la “Doctrina del descubrimiento” para decir tres cosas fundamentales.
La primera, que esta doctrina “no forma parte de la enseñanza de la Iglesia Católica”.
La segunda, que “muchos cristianos han cometido actos malvados contra los pueblos indígenas”.
Y la tercera, “la Iglesia ha tomado mayor conciencia de sus sufrimientos, pasados y presentes, provocados por la expropiación de sus tierras” (refiriéndose a los pueblos indígenas).
Se agradece de nuevo este mea culpa de la Iglesia Católica. Y es de justicia reconocer los errores. Pero siento decir que este documento me parece incompleto. Falta contar la otra parte.
A veces pensamos que los pueblos indígenas eran paraísos en la tierra, donde gobernaba la paz y la armonía, y fueron los colonos españoles (sobre todo, herencia de la leyenda negra) ingleses y franceses quienes lo destrozaron todo y con sus “políticas de asimilación forzada, promovidas por las autoridades de gobierno de la época, buscaban eliminar sus culturas indígenas” (estas son palabras textuales de la nota sobre la Doctrina del Descubrimiento del Vaticano).
Los pueblos indígenas también cometían atropellos y barbaridades: canibalismo, esclavitud, muertes espantosas, sacrificios humanos para ofrecer a sus dioses, algunos arrancaban el corazón del prisionero para que su sangre bañara el suelo, pues se suponía que aumentaba la fertilidad de la tierra y la probabilidad de lluvia y, por su puesto, conquistas de unos pueblos contra otros, y sometían a los vencidos con toda clase de impuestos y torturas.
También hay que decir que muchos de los misioneros que partieron al Nuevo Mundo, respetaban las culturas ancestrales de los indígenas y que uno de los objetivos de España en los países descubiertos fue frenar el avance protestante. O frailes como Bartolomé de las Casas, llamado el protector de los indios. O sin ir más lejos Isabel la Católica que siempre respetó a los indios, aunque bien es verdad que le ilusionaba sobremanera la evangelización de esos pueblos. Como mandó Jesucristo. Invitando a seguirle no obligando, por su puesto.
Agradezco por tanto que en el punto 8 de esta nota del Vaticano, se indique lo siguiente: "Numerosas y recurrentes declaraciones de la Iglesia y de los Papas sostienen los derechos de los pueblos indígenas. Por ejemplo, en la bula Sublimis Deus de 1537, el Papa Pablo III escribió: «Determinamos y declaramos [...] que dichos Indios, y todas las gentes que en el futuro los cristianos llegasen a conocer, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor.»
Al respecto, y perdóneme los lectores si viene mucho a cuento o no (yo creo que un poco), la escritora Elvira Roca Barea dice sobre la leyenda negra de España: "No podemos seguir alimentando esta esquizofrenia antiespañola porque es autodestructiva y afecta a 500 millones de personas que no sólo hablan el mismo idioma, sino que tienen una cultura muy trabada y cohesionada, y que se reconocen en las mismas músicas y literatura. Y que, al mismo tiempo, rechazan justo aquello que les da cohesión. Eso es desastroso. Desastroso desde un punto de vista nacional, pero nacional, de cada una de las veintitantas naciones que se forman tras el estallido del imperio. Cada una de ellas está cosida sobre la koiné hispana, sobre esa lengua y cultura común. El elemento mapuche no le da a Chile cohesión como para hacer un país, y lo mismo ocurre con México y el elemento azteca. Todos esos países están asentados sobre la misma koiné. Entonces, ¿cómo te dedicas a machacar aquello que te ha permitido construir una estructura nacional? Eso ¿adónde lleva? Al fracaso y a la autodestrucción".
En el descubrimiento y colonización de América, se hicieron muchas cosas mal, pero también muchas cosas bien. Y en concreto los españoles. Y creo que es de justicia recordarlo.
Zenón de Elea.
