Lecturas de hoy. Domingo 31 de Marzo de 2024

El amor por el maestro de María Magdalena, Juan y Pedro no ha desaparecido después de su muerte. Su fe y su fidelidad son recompensadas con una alegría que los acompañará por siempre.

Concatedral de Santa María de La Redonda (Logroño)
Concatedral de Santa María de La Redonda (Logroño)
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

EN aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/.
 Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. 

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. 

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. 

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):
EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

Comentario

¿Cómo habrá sido la Resurrección de Jesús? ¿De qué manera sus miembros desgarrados por la Pasión habrán vuelto a la vida, transformándose en un cuerpo glorioso? No lo sabemos: los únicos testigos de este maravilloso evento han sido el sepulcro, los lienzos y el sudario. Estos testigos mudos son los primeros que anuncian que algo totalmente nuevo ha ocurrido.

 

Juan es el primero en escuchar el mensaje de los lienzos y del sudario. Unos días antes había sido el discípulo valiente que permanece firme al pie de la Cruz, junto al Maestro. Ahora, es el discípulo que corre hacia el sepulcro para buscar al Señor. El mismo que sabe ser paciente en el momento de la prueba es el que se mueve con diligencia durante la búsqueda. Una misma es la fuerza que lo sostiene en todas las situaciones: el amor por el Señor. Y ese amor no queda sin recompensa: Dios le concede una gracia especial para leer en los lienzos plegados y en el sudario enrollado el mensaje más luminoso de toda la Historia: ¡Jesús vive!

Pero Juan no es el único que corre en la mañana del Domingo de Pascua. Antes que él ha corrido María Magdalena. En ella la fuerza del amor también es muy intensa. El cariño por el Señor hizo que se levantara temprano, de madrugada, para servirlo de una manera totalmente desinteresada. Ella solo ha querido tener un último detalle con Jesús, sin esperar nada a cambio. Y será la primera en contemplar al Señor en su gloria, y anunciar a la Iglesia que Él vive.

También Pedro sabe correr. Él ha sido un poco más lento para llegar al sepulcro. No tiene la impaciencia de María Magdalena ni la agilidad de Juan. Pero ha llegado al sepulcro y es el primero en recibir las señales de la Resurrección -los lienzos y el sudario- por más que tarde en creer. Quizá porque la herida que lleva es más profunda: al dolor de la muerte del Maestro se añade el recuerdo de haberlo abandonado durante la Pasión. A pesar de todo, también ha sabido correr. El amor no ha desaparecido: es como una lucecita que tímidamente se va abriendo paso.

¡Qué difícil fue para los discípulos creer que Jesús había vuelto a la vida! ¡Y qué difícil puede ser para nosotros aceptar que Jesús sostiene nuestra vida! A veces, el sepulcro parece que se impone: los problemas en el trabajo o en el hogar, los defectos de nuestro carácter, la oposición a los valores cristianos en ciertos ambientes… Sin embargo, si miramos bien esas situaciones, probablemente encontraremos señales de esperanza, que pueden ser otras personas que tenazmente se mantienen en el bien o una solución que aparece repentinamente. Son señales que están esperando a que las leamos con fe, como los lienzos y el sudario en la mañana de la Resurrección.

Para leer las señales que Dios nos da, necesitamos acoger el don de la fe. De nuestra parte podemos poner el afán sincero de buscar al Señor, también cuando parece que se ha ido. Es lo que hicieron María Magdalena, Juan y Pedro: buscaban todavía a Cristo, querían ofrecerle un servicio, por más que pensaban que seguía muerto. El Señor recompensa ese amor fiel con la alegría de encontrarlo vivo, envuelto en la gloria de la Pascua.

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