La acedia, vicio “antiapostólico”

Papa Francisco (Vatican Media).
Papa Francisco (Vatican Media).

En estos días de más o menos descanso me he puesto al día con el magisterio reciente del Papa Francisco.

De momento no he podido con todas las novedades editoriales, tres libros tres, que tenga yo referenciados.

No me parece que sea la mejor estrategia editorial, ni tampoco “emisiva”, que se publiquen al mismo tiempo tres libros del Papa Francisco o sobre el Papa Francisco por el efecto saturación, entre otros. Pero doctores tiene la santa madre Iglesia.  

Lo que sí he podido completar es la serie de las catequesis de los miércoles sobre los vicios y las virtudes. Una cuestión propia de la teología moral que está íntimamente conexa con la vida espiritual. De hecho, ésta es la perspectiva dominante que ofrece el papa Francisco en sus intervenciones.

Tendría que destacar no pocas de las afirmaciones del Papa Francisco. Me fijaré en su catequesis sobre la acedia, del 14 de febrero. Uno de sus temas preferidos.

Para definir la acedia, el Papa recurre al monje Evagrio que escribió: “El ojo del acidioso se fija en las ventanas continuamente y en su mente imagina visitantes (…) Cuando lee, el acidioso bosteza a menudo y se deja llevar fácilmente por el sueño, se frota los ojos, se refriega las manos y, apartando la mirada del libro, la fija en la pared; después, dirigiéndola nuevamente al libro, lee un poco más (…); finalmente, inclinando la cabeza, coloca el libro debajo de ella y se duerme en un sueño ligero, hasta que el hambre lo despierta y le apremia a atender sus necesidades”; en conclusión, “el acidioso no realiza con solicitud la obra de Dios”.

La acedia es la  tristeza por el bien divino de que se gozan los que aman a Dios. Tristeza por los mismos que aman a Dios. Toda cultura es reflejo de una religión, y toda incultura reflejo y consecuencia de una irreligión. El desorden del afecto ante el bien divino camina junto con el desorden ante el bien del prójimo. Ante Dios, fuente del ser, la creatura contingente puede caer en adoración agradecida y  gozosa o rebelarse y entristecerse.

Ha habido quienes reconocieron con afinada sensibilidad espiritual, más allá de la envidia entre semejantes, observada y descrita por tantos y desde tan  distintas disciplinas del saber actual, que su raíz y su fuente es un mal espiritual, un mal religioso: el mal de acedia. O sea: la envidia respecto de Dios mismo, la envidia religiosa. El pecado de Caín.

Recordemos que en los Ejercicios Espirituales que el entones arzobispo de Buenos Aires predicara a los obispos españoles, en 2006, se refirió de manera original y atractiva a ese “vicio antiapostólico, la acedia, que apolilla nuestra misión de pastores del pueblo fiel”.

 

Los Padres espirituales hablan de una singular forma de aspereza o desabrimiento, debida al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. En la página 51 del libro de esos Ejercicios, el Papa señala que la acedia es “como una utopía, un no hacernos cargo de los “tiempos, lugares y personas” en que se enmarca nuestra acción”.

La insistencia del papa Francisco en la acedia es uno de los leit motiv de su pontificado, una respuesta a ciertas formas de acedia eclesial. No estaría demás profundizar en las causas que provocan la acedia, no sólo en su expresión social, la depresión, sino en su presencia eclesial. 

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