“Cuando bajaron de la barca, enseguida lo reconocieron”. La llegada de Jesús a Genesaret supuso una verdadera revolución, no solo por las curaciones, sino por su cariño y por su mirada a cada uno.
El inicio de la vida pública del Señor se presenta con muchas ocupaciones, pero con el único afán de cumplir la voluntad de su Padre. Un ejemplo maravilloso de unidad de vida y de aprovechamiento del tiempo.
Jesús es el verdadero Templo, el sacrificio perfecto, el sacerdote eterno. Por su amor infinito, en la misa podemos ofrecer nuestra vida, nuestras angustias, nuestros éxitos, todo nuestro ser
Para ser testigos de Jesús, tanto en el siglo primero como hoy, hacen falta pocas cosas: un corazón libre, la familia de la Iglesia y la ayuda de Dios.