Lecturas de hoy. Martes 16 de Abril de 2024

Jesús resucitado nos espera en la Eucaristía para darnos su vida y llenarnos de esa energía con la que transformamos el mundo

Parroquia de Santa Catalina de Pozoblanco
Parroquia de Santa Catalina de Pozoblanco
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del Martes de la III Semana de Pascua

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (7,51–8,1a):


EN aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado».
Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y, con estas palabras, murió.
Saulo aprobaba su ejecución.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 30,3cd-4.6ab.7b.8a.17.21ab

R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame.

R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. 

 

R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. 

R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,30-35):

EN aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».



Palabra del Señor

Comentario

En el Evangelio de la Misa de hoy, Jesús se presenta como el pan que da la vida al mundo. Al leer este pasaje en el tiempo pascual, podemos recordar que Cristo vive y que en Él está la fuente de la vida. Todo lo grande y bello que hay en nuestro mundo, todo lo que nos llena de energía y nos hace experimentar que vale la pena vivir, está de algún modo conectado con Jesús. Dice san Juan que: «Todo se hizo por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Juan 1, 3-4).

En Jesús lo tenemos todo. Por eso, podemos decir con los personajes del Evangelio: «Señor, danos siempre de este pan». Cuando en nuestro corazón notamos algo de vacío o sentimos que nos faltan las fuerzas para enfrentar nuestra labor diaria… ¡qué gran remedio tenemos en la participación en la Eucaristía! Ahí encendemos de nuevo nuestra pasión por vivir y llevar al mundo la alegría de saberse amados por Dios.

La Misa es el momento de dejarnos renovar por el Señor. San Josemaría confiaba su propia experiencia: «al rezar al pie del altar al Dios que llena de alegría mi juventud, me siento muy joven y sé que nunca llegaré a considerarme viejo; porque, si permanezco fiel a mi Dios, el Amor me vivificará continuamente: se renovará, como la del águila, mi juventud» (Amigos de Dios, n. 31).

Queremos, además, que esta vitalidad que el Señor nos da no se quede encerrada en nosotros, sino que se desborde en nuestras actividades diarias y en la gente que encontramos durante la jornada. Nos servirá para esto dejar sobre el altar aquello que tenemos entre manos: proyectos, ilusiones, preocupaciones. El Señor lo tomará y lo hará propio. Dejará de ser algo meramente humano para transformarse, por la acción de la gracia, en un alimento que da vida al mundo.

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