La necesaria transparencia económica de la Iglesia

La Iglesia tiene que mejorar la transparencia económica. Lleva retraso, al igual que en materia de comunicación, que aunque se ha mejorado todavía ha de lograr una fluidez y accesibilidad  mayores y mejores.

La sociedad quiere y tiene derecho a conocer los bienes que tiene la Iglesia y lo que hace con sus ingresos, sean colectas, donativos, herencias o patrimonio. Debe hacerlo sin miedo.

Mejorar la transparencia económica requiere profesionalidad y, en bastantes casos, remunerar por esa tarea, sin dejarlo en manos de voluntarios, que lógicamente no tienen tiempo en muchas ocasiones o, sin son jubilados, a veces carecen de los conocimientos actualizados que en el ámbito económico son imprescindibles.

Un obispo no puede, ni probablemente debe, hipotecar una buena parte de su dedicación a las cuestiones económicas y jurídicas.  Para la correcta administración económica de una diócesis, necesita profesionales y, por supuesto, como el responsable de una diócesis es el obispo, también el obispo debe tener un conocimiento básico de lo que concierne a  materias jurídicas y económicas.

Además, conforme la Iglesia y sus instituciones sean más transparentes, se verá que es la institución que lleva a cabo una mayor ayuda social: más de cuatro millones de personas son atendidas en los más de 8.000 centros asistenciales que tiene la Iglesia, por lo que más  católicos  se pueden animar a colaborar económicamente con la iglesia, y esto tiene su reflejo precisamente en estos días, en que se está haciendo la Declaración de Renta 2017: marcar la casilla de la Iglesia con más conocimiento del destino de los bienes e ingresos puede aumentar.

Fernando Giménez Barriocanal, economista y vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española ha destacado los tres retos “económicos” de la Iglesia: la transparencia, el sostenimiento y la delimitación de riesgos para prevenir todo tipo de delitos en el ámbito económico dentro de la Iglesia.

Sin lugar a dudas, también se requiere que los obispos tengan asesores laicos.  Lo que sucede es que algunos laicos que aconsejan insisten en que la gestión económica requiere profesionalidad y remuneración.

Se han puesto en marcha, a nivel nacional, portales de transparencia. Todavía queda bastante por mejorar. A mayor y mejor transparencia, se logrará más ayuda económica de los católicos – y hasta de los no creyentes, atraídos por esa innegable ayuda solidaria de la Iglesia -, y se avanzará en que la financiación eclesial esté en una colaboración permanente y periódica de los laicos, e incluso de las administraciones públicas.

Zenón de Elea. 

 


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