El Papa anuncia una comisión que aclare el diaconado femenino

¿Mujeres diaconisas?: para casar y bautizar no hace falta ser cura

Blanca Castilla, doctora en Teología, afirma que el derecho canónico actual permite a “la mujer realizar muchas funciones en la Iglesia”

Francisco durante la audiencia concedida en el Aula Pablo VI del Vaticanom a 900 religiosas de la Unión Internacional de Superioras Generales.
Francisco durante la audiencia concedida en el Aula Pablo VI del Vaticanom a 900 religiosas de la Unión Internacional de Superioras Generales.

El Papa Francisco ha anunciado que podría crear una comisión para estudiar el diaconado femenino y para conocer las funciones que realizaban las diaconisas en la Iglesia primitiva.  En cualquier caso, ha aceptado la propuesta de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) de crear este órgano que “aclare bien las cosas”. El Santo Padre ha transmitido esta idea durante la audiencia concedida en el Vaticano a unas 900 religiosas de la UISG, reunidas en Asamblea plenaria en Roma.   

Todos los medios de comunicación se han hecho eco de las declaraciones del Santo Padre. Algunos titulares más arriesgados decían: “El Papa abre la puerta a que las mujeres puedan casar y bautizar”.

Blanca Castilla de Cortázar, doctora en Filosofía y Teología, de la Real Academia de Doctores de España, aclara esta cuestión: “Para casar y bautizar no es imprescindible el sacerdocio ministerial, porque no es una norma de institución divina fundada por Jesucristo, sino que es una medida de disciplina jurídica de la Iglesia que podría ser modificada”.

La doctora en Teología explica que la disciplina de la Iglesia ha determinado que un sacerdote sea el testigo de los contrayentes en el matrimonio “por una cuestión de orden. También en las bodas civiles existen personas autorizadas para casar”.

Cortázar recuerda que no hace falta ser sacerdote casar: “En el sacramento del matrimonio, los ministros son los contrayentes. La normativa eclesiástica podría establecer que cualquier laico, mujer u hombre, pudiera ser testigo del consentimiento de los interesados, que es lo que constituye el matrimonio”.  

Lo mismo pasa con el bautismo. “Ordinariamente, esta función la ejerce el sacerdote, pero en caso de gravedad, cualquier laico, hombre o mujer, puede administrar el bautismo. La disciplina de la Iglesia también podría determinar que bautizaran hombres o mujeres laicos”, explica Blanca Castilla.

La teóloga aclara que el nuevo código de Derecho Canónico elaborado tras el Vaticano II, permite a “los laicos, tanto hombres como mujeres, realizar muchas funciones dentro de la Iglesia, solo con estar bautizados”.

Estupenda propuesta  

Por su parte, Carolina Blázquez, religiosa contemplativa y profesora de teología dogmática en la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid, considera que la idea  del Papa de crear una comisión que estudie el diaconado de las mujeres en la Iglesia primitiva es “una estupenda propuesta, en este dinamismo de renovación que vive la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, redescubriendo las fuentes de nuestra fe. En definitiva, lo más original es volver al origen y esta comisión puede ser una concreción más del deseo de la Iglesia actual, alentado por Francisco, de que la mujer creyente tenga una mayor presencia responsable y activa en la vida eclesial”.

La religiosa explica que “el diaconado nació como un ministerio de ayuda y servicio para el sacerdote y la comunidad cristiana. Esto significa la palabra diaconía en griego: servicio. A las tareas de caridad a los más necesitados se sumaron, en materia sacramental y litúrgica, la posibilidad de leer el Evangelio, predicar, bautizar, asistir como testigo cualificado en el matrimonio y celebrar las exequias y bendecir”.  

La profesora de teología declara que “no se tiene noticia alguna de una ordenación de las mujeres diaconisas de la Iglesia primitiva, aunque sí consta su existencia. Quizá no era un ministerio ordenado, pues ciertamente no estaba orientado hacia el sacerdocio.  El diaconado de la mujer en la antigüedad estaba ligado a la función de servicio.  Participaban en la celebración del bautismo pero no porque lo celebraran, sino porque como se practicaba el bautismo de inmersión, es posible que ellas ayudaran a las mujeres neófitas a entrar y salir de las piscinas bautismales. De todos modos, no está precisado con detalle cuál era su función y, por ello, el Papa habla muy acertadamente de una comisión de estudio que profundice en el sentido del diaconado femenino para buscar ámbitos de crecimiento en la reflexión sobre la mujer en la Iglesia hoy”.

 

Respecto a la diferencia entre el diácono y una consagrada o religiosa, Carolina Blázquez explica: “La consagración es un gesto esponsal entre Dios y la criatura del que brota, como consecuencia, una forma de vivir que se expresa como caridad, el amor ofrecido a todos, preocupación por los más necesitados, actitudes que han caracterizado a los religiosos a lo largo de la historia. El diaconado, en cambio, es principalmente un ministerio de servicio, una tarea que se realiza en bien de la comunidad y a favor de los hombres; de hecho no está ligado a la virginidad, a la relación esponsal con Cristo, se puede ser diacono y ser casado. El diaconado es más un servicio, un hacer, unas tareas; la consagración es una vida, una relación existencial y total con Cristo”.

No es la primera comisión

La comisión teológica internacional, órgano de estudios canónicos de la Iglesia Católica, lleva estudiando desde 2012 el diaconado femenino. Uno de los documentos publicados aclaraba que entre las funciones de las mujeres en la Iglesia primitiva, eran las religiosas consagradas las que realizaban las tareas de diaconado. 

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