Monseñor Santos Abril, el cardenal español "desconocido"

De los cinco cardenales españoles con facultad de votar en el próximo cónclave, el menos familiar a los ojos del gran público es monseñor Santos Abril y Castelló, actual arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, tradicionalmente asociada a nuestro país. Turolense de nacimiento, acumula una amplia experiencia en labores diplomáticas y curiales. Fue escogido por Benedicto XVI en el último consistorio de febrero de 2012 y es cardenal diácono de la iglesia romana de San Ponziano.

Corría el año 1935 cuando un 21 de septiembre amanecía al mundo en Alfambra (Teruel) Santos Abril y Castelló. Algo que nunca ha olvidado, a tenor de las palabras del alcalde de su pueblo natal al Heraldo de Aragón. "Es una persona muy entrañable, siempre participa en las tertulias que se suscitan en el pueblo cuando se encuentra aquí, la gente se acerca y le habla de tú a tú, recordando su infancia, pero también de su experiencia en los distintos países que ha estado y de su labor en la Iglesia". El pueblo le brindó un homenaje el pasado año, con motivo de su elevación al cardenalato. Precisamente en su diócesis se ordenó sacerdote veinticinco años más tarde, antes de partir a Roma para licenciarse en Ciencias Sociales y Derecho Canónico. En la Ciudad Eterna inició carrera diplomática y pronto empezó a servir a la Iglesia por todo el globo.

Su etapa de nunció comenzó en Bolivia, allá por 1985, a la vez que recibía la ordenación episcopal para ocupar el obispado titular (no ligado a una sede física) de Tamada, una región norteafricana. Allí destacó por tener que ayudar a obispados con malas gestiones administrativas. En Cochabamba, gestó la rápida aceptación de la renuncia de monseñor Prata, cuyos errores causaron la ruina del propio Arzobispado, la Universidad Católica y varias instituciones religiosas.

Cuatro años más tarde cambia de continente al nombrarle Juan Pablo II pro-nuncio en Camerún, Guinea Ecuatorial y Gabón. Tuvo que lidiar, respectivamente, con la crisis económica camerunesa de los noventa, la dictadura de Teodoro Obiang en la antigua colonia española y con las turbulencias del gobierno gabonés de El Hadj Omar Bongo. Las plazas fáciles no son lo suyo; en 1996, le destinan a Yugoslavia, recién terminada la guerra de los Balcanes y con un país que había perdido la unidad con la independencia de Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia.

Estrena el siglo XXI retornando a América, en este caso a Argentina. Mientras ejerce su labor en el país austral, tiene lugar el "corralito", una fuerte crisis económica en la que los bancos impidieron la libre disposición del dinero durante un año para evitar un pánico financiero similar al crack de 1929. Su siguiente lugar como nuncio le devuelve en 2003 al escenario eslavo: Eslovenia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina. Esta última se desgaja de las anteriores diplomáticamente y Abril renuncia a ella en 2005 ya bajo el gobierno de Benedicto XVI.

Seis años después, abandona sus cargos tras su designación en enero de 2011 como vicecamarlengo de la Cámara Apostólica, el órgano financiero del sistema administrativo pontificio. Como segundo a bordo de este organismo, quien detentaba esta posición era hasta 1870 gobernador de la ciudad de Roma; ahora, durante la sede vacante, situación que comenzará a partir del 28 de febrero, es la autoridad más importante entre los cardenales; a él se le confía la vigilancia del cónclave, al cual nadie es admitido sin su permiso. Pero cesó en julio del año pasado. En noviembre, se le confiere su actual cargo, el de arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas mayores de Roma y tradicionalmente ligada a España, que alentó su construcción y desde el siglo XVII siempre ha asegurado una renta al cabildo a cambio de honores litúrgicos y preces por la Monarquía hispánica.

Y, a comienzos de 2012, el Papa crea su penúltimo consistorio, el más numeroso. Entre los 22 nuevos cardenales que recibieron el honor ese 18 de febrero, figura Santos Abril como cardenal-diácono de San Ponziano, una iglesia romana del Municipio IV situada en la vía Nicola Festa a la que se asocia su título. Así, a sus 77 años, puede votar y ser elegido en el cónclave, circunstancia que solo se da entre los españoles en Rouco Varela, Sistach, Cañizares y Amigo.

Ha pasado inadvertido para los medios de comunicación hasta ahora, pero su condición le granjeará un nuevo interés en los próximos días. El 21 de abril del año pasado, entró a formar parte de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, de la Congregación para los Obispos y de la Congregación para las Causas de los Santos, indicativos de la confianza que el Santo Padre posee en él. Acumula casi 53 años de sacerdote, más de 27 como prelado y pronto celebrará su primer aniversario como cardenal. Ha ordenado como principal a quince purpurados, el último de ellos apenas hace tres años, monseñor Lipovsek.

Su última visita a nuestro país data del pasado agosto, cuando, en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, bendijo solemnemente dos retablos nuevos, uno en su localidad natal, dedicado a la Virgen del Rosario, a San Faustino y a San Simplicio y otro en Orrios, dedicado a la Inmaculada.

 

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