La huelga, ¿solución o problema?

Crispación. No hay comida familiar en que no se trate. En el autobús, en las puertas del hospital, entre barrenderos. Y de fondo, la voz de los medios que, como gotas de agua horadan mi cerebro como una tortura china.

La dichosa crisis, que parece que quiere arrebatarnos la belleza de la vida. La dichosa crisis, que está carcomiendo la economía. Los bancos, la prima, los desahucios... Ante ella se plantea una forma de alzar la voz: la huelga.

He de confesar que me he sentido desorientada en este aspecto. Por un lado me encuentro con familiares y amigos que se están quedando sin nada por culpa de unos topos que no se atreven a salir a la superficie. Por otro lado veo que suficiente problema tenemos con lo que tenemos, y que para qué vamos a empeorar las cosas.

En esta situación he recordado a mi abuelo, gran católico, que fue siempre defensor de la Doctrina Social de la Iglesia. Bajo ese nombre de apariencia ladrilloso, he encontrado una joya. Señores, he encontrado un imán que puede orientar la brújula de mi conciencia, tantas veces manipulada por falsos campos magnéticos.

Pues bien, la Iglesia después de varias reservas, aceptó la huelga como medio legítimo en el Concilio Vaticano II. Pero insta a buscar ante todo el diálogo pacífico previo, para no tener que recurrir a ella (Gaudium et Spes, 68). Juan Pablo II asume el relevo en la Laborem Exercens y afirma que la huelga es un procedimiento legítimo, y debe ser reconocido su derecho, siempre dentro de unos límites. El beato, nada sospechoso de burguesía rancia, sostiene sin embargo que "el abuso de la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y esto es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad". (Número 20). Asimismo advierte del peligro de moverse únicamente por el juego político. Parece que tenía una bola de cristal.

Así pues, que cada uno de nosotros se examine con rigor. No tengamos miedo de reconocer las intenciones que nos mueven, la verdad nos hará libres. No acojamos la huelga visceralmente, ni la despreciemos por principio. Más bien, pensemos si la causa es justa y si no nos movemos por intereses políticos -como los de Europa Laica, que aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para reclamar un Estado Laico-. Pensemos si no se está abusando de ella, y si el resultado obtenido es proporcional a los daños que se causan –veremos qué se les ocurre esta vez a los tan creativos piquetes-. Y sobre todo, no hagamos huelga de nuestros principios.

chelizpaula@gmail.com

 

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