Los cristianos, entre los promotores de la paz

A diferencia de lo que podría parecer, no son sólo los cristianos, ni tampoco sólo las religiones las que promueven la verdadera paz.

Deben contar con todas las demás personas de buena voluntad, y también con los ateos. Esto lo dijo Benedicto XVI el 27 de octubre en Asís, con motivo del 25 aniversario de la Jornada interreligiosa de oración por la paz.

El tema era: "Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz". ¿Quiénes son estos peregrinos de la verdadera paz y de la verdad que construye la paz? Pues, en realidad, todas las personas que se comprometan responsablemente en esta tarea, aunque partan de diferentes perspectivas.

Comencemos por señalar el papel de los ateos, los que niegan a Dios o incluso se oponen a Él. A estos les propone el Papa reconocer que "el 'no' a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que tomaba como norma solamente a sí mismo". En resumen: "La negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le lleva a la violencia".

Sigamos por las personas de buena voluntad que no creen en Dios, pero que de alguna manera buscan la verdad, lo justo, lo auténtico. En ese marco se sitúa su papel en la promoción de la paz. Ellos plantean legítimamente cuestiones tanto a los ateos como a los creyentes: Por una parte, "despojan a los ateos combativos de su falsa certeza, con la cual pretenden saber que no hay un Dios, y los invitan a que, en vez de polémicos, se conviertan en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista y que nosotros podemos y debemos vivir en función de ella". Por otra parte, "también desafían a los seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos, hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás".

¿Cuál es, entonces, el papel de los creyentes, y, entre ellos, de los cristianos? Ante todo deben distinguir entre la naturaleza de la religión y la deformación de la religión, para rechazar ésta segunda. La religión no puede justificar la violencia, convirtiéndose en impulsora del terrorismo.

Pero, se pregunta el Papa, ¿cuál es la "verdadera naturaleza de la religión"? Para responder, se centra en el cristianismo, sin miedo a reconocer los errores del pasado: "Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza". La fe cristiana verdadera es ésta: "El Dios en que nosotros los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia. La Cruz de Cristo es para nosotros el signo del Dios que, en el puesto de la violencia, pone el sufrir con el otro y el amar con el otro. Su nombre es 'Dios del amor y de la paz' (2 Co 13,11). Por tanto: "Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad por la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que –no obstante la debilidad del hombre– sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo".

Los creyentes, y entre ellos los cristianos, tienen una especial responsabilidad ante las personas de buena voluntad: "Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios –el verdadero Dios– se haga accesible".

De esta manera todos están llamados a ser "peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz". Cómo señalaba Benedicto XVI el 1 de enero de este año, "quién está en camino hacia Dios no puede dejar de transmitir paz, quién construye la paz no puede dejar de acercarse a Dios".

En la audiencia general del miércoles 26 de octubre, el Papa explicaba que la promoción cristiana de la paz sólo puede hacerse desde un corazón libre de la avidez y del egoísmo; un corazón que renuncia a la violencia y abraza la Cruz, como signo de que el amor es más fuerte que la violencia y la muerte. Los cristianos están llamados a promover la paz desde la Paz que es Cristo: "El Señor viene en la Eucaristía para sacarnos de nuestro individualismo, de nuestras particularidades que excluyen a los demás, para formar con nosotros un solo cuerpo, un solo reino de paz en un mundo dividido".

 

Estamos ante un tema clave para la ética cristiana. Esto pide, a todos los niveles, continuar con la "purificación de la memoria histórica" que tanto impulsó Juan Pablo II. No se trata de una táctica para calmar las críticas, sino de un aspecto esencial del cristianismo. Algo decisivo tanto para la Nueva evangelización, como para el diálogo interreligioso, como también para autentificar el testimonio de los creyentes en el mundo.

Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra

iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com

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