P. Gonzalo Len: "La Nueva Era avanza porque es un negocio"

Los católicos tienen que mirar de frente a la realidad de la Nueva Era. Es un negocio rentable que ha sabido responder a los anhelos del hombre, a veces cuando la Iglesia no supo dar respuesta. El sacerdote peruano Gonzalo Len ha querido explicar esta realidad con un libro que está pensado para que los católicos comprendan su dimensión y los riesgos que entraña. Pero su propuesta es más de diálogo que de confrontación porque considera que la satanización del fenómeno lo ha potenciado.

El fenómeno de la Nueva Era, esa diversa y extensa amalgama de prácticas que van desde el yoga hasta el reiki pasando por las flores de Bach, las terapias alternativas o el horóscopo, ha sabido ganarse con su variopinta oferta a unos individuos que buscan respuesta trascendente y que descubren esta opción de "felicidad a la carta" con pocas peticiones a cambio. Pero a través de esa puerta aparentemente inocua, la persona puede caer en una pendiente deslizante que haga tambaleare los sustentos de la fe. Así lo considera el Padre Gonzalo Len, sacerdote peruano experto en la Nueva Era y autor del libro "New Age, el desafío" (ed. Stella Maris) que prorroga monseñor Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo.

Len explica la raíz de este éxito: "Sintoniza con los anhelos del hombre moderno", explica. "Ha sabido responder a los anhelos de trascendencia, de encuentro, de apertura a la divinidad, de sanción, de paz, de contacto con la naturaleza". Pero además lo hace a través de una propuesta sin exigencias y tan plural que ofrece lo que Len llama un catálogo de felicidad a la carta.

Un ejemplo de cómo funciona este conglomerado de realidades de la Nueva Era está en una web donde ofertan sus servicios más de mil personas distintas, sanadores, entrenadores personales, maestros de yoga y reiki... Y es que, como denuncia el Padre Len, la Nueva Era se ha mantenido desde su explosión a partir de mayo de 1968 porque hay toda una estructura económica que depende de su supervivencia.

A pesar de los marcados enfrentamientos que la Nueva Era plantea respecto a los principios de la fe cristiana, partiendo de la propia figura de Cristo, hay una corriente que aboga por limitar los mensajes cristianos reiterados durante años que intentan satanización esta realidad. Es cierto que, como a través de cualquier práctica que no entienda que hay un único Dios, la Nueva Era puede servir de puerta de entrada del mal, pero no es un argumento válido. No todo es perverso en la Nueva Era.

De hecho, el Padre Len se atreve a contestar a la pregunta del millón. ¿Puede un católico apuntarse a unas clases de yoga o darse un masaje shiatshu? Para este sacerdote, el problema cualitativo -la Nueva Era ataca los fundamentos de la fe católica- depende de una cuestión cuantitativa. El que va a yoga porque le gustan los ejercicios de estiramiento y los métodos de relajación, no tiene mayor problema. El problema llega cuando sustituye la oración con el Señor por una "meditación trascendental" en la que el hombre, y no Dios, es el centro.

La duda que se plantea este experto es por qué ha triunfado tanto el fenómeno de la Nueva Era. Hay dos razones: la primera es que copia paradigmas propios del catolicismo. De hecho, nos explica que los judíos la han criticado por "demasiado católica". La segunda es que se presenta como la superación de la religión, transformada en espiritualidad y basada en la libertad. Pero el problema de toda realidad badada en la experiencia es que cuando el sujeto deja de experimentar, vuelve a sentirse vacío.

En este punto, el autor no rehuye entonar un "mea culpa" en nombre de una Iglesia que no ha sabido salir al encuentro del hombre moderno, de sus anhelos, darle respuestas válidas y huir de las teorías moralizantes que imperaron durante años. Y al mismo tiempo, critica el efecto contrario, el de una Iglesia que por hacerse moderna pierde de vista su doctrina y toma rasgos de la Nueva Era.


 

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