Entrevista al autor de 'El Dios de los ateos' Ed. Stella Maris

Marmelada: "El tema de Dios representa un caso único del que nadie puede decir de él: este no es mi problema"

Con más de 27 años de experiencia docente a cuestas, y Premio Arnau de Vilanova de Filosofía, Carlos A. Marmelada, en su último libro, lanza una provocadora tesis: el "dios" de los grandes ateos (Marx, Nietzche, Sartre..) tiene muy poco que ver con el Dios de la Biblia y más bien está relacionado con una serie de ideas concebidas en los gabinetes de los filósofos. De este y de otros asuntos hemos querido hablar en Religión Confidencial con el filósofo catalán. 

Carlos Alberto Marmelada.
Carlos Marmelada

Religión Confidencial - El título del libro, El dios de los ateos, puede dar a entender que trata sobre las idolatrías, pero el contenido es otro. ¿Cuál es el tema central?

Carlos A. Marmelada: En efecto, el título no hace referencia a los falsos ídolos, a los becerros de oro que puedan tener las personas no creyentes de nuestro tiempo, sino a la idea de Dios que tienen aquellos que niegan la existencia de un ser Absoluto

R.C. - El libro se divide en cinco partes. La primera de ella se titula El problema de Dios. ¿A qué se refiere usted con esta expresión?

CM. La estructura del libro es circular. De algún modo acaba donde empieza después de haber hecho un largo recorrido por los caminos de la increencia. La primera parte se titula El problema de Dios porque invita a reflexionar al lector a cerca de la importancia que tiene la cuestión de la existencia de Dios para todas las personas, de cualquier tiempo y lugar. Cornelio Fabro decía que era “el problema esencial del hombre esencial”. El pensador John C. Murray ha sabido ver esto muy bien y por eso ha señalado con gran agudeza que el tema de Dios representa un caso único del que nadie puede decir de él: este no es mi problema. Efectivamente, no es indiferente que Dios exista realmente o no, ya que cambia mucho, por ejemplo, el origen, la naturaleza y el destino del hombre.

R.C. - Entonces, el Dios que rechazan los ateos no es el mismo Dios de los católicos. ¿Cuál es exactamente el Dios que refutan los grandes ateos y en qué se diferencia del de los creyentes?

C.M. El Dios de los ateos teóricos positivos (los que intentan dar argumentos, más o menos, racionales de la no existencia de Dios) en realidad están negando la existencia del Dios que se causa a sí mismo propuesto por Hegel y Spinoza a raíz de la noción cartesiana de substancia. Esta idea de Dios como ens causa sui, es rechazada por los filósofos y los teólogos cristianos. Es imposible que nada se cause a sí mismo y, en cualquier caso, no se trata del Dios Amor del cristianismo. Nietzsche y Sartre, por ejemplo conciben a Dios de este modo y, además, lo identifican con la nada, atribuyéndolo a la teología cristiana. Pero esa identificación la hizo Hegel a raíz de la ida kantiana de cómo elaboraba el entendimiento humano los conceptos, en el libro se explica este asunto. Para el cristianismo Dios no es la nada, sino la máxima riqueza, la plenitud, el ser que tiene todas las perfecciones en grado sumamente perfecto. En fin, el Dios de los cristianos es algo bien distinto al Dios que les atribuyen estos filósofos teóricos del ateísmo.

R.C. - El filósofo alemán Wilhelm Friedrich Nietzsche decía que “Dios ha muerto”. ¿Está usted de acuerdo con esta afirmación?

CM. Desde luego se puede decir que en la cultura occidental su figura ha declinado notoriamente, en relación a los siglos anteriores. Esto es un hecho fácilmente constatable. En el libro se explica de dónde tomó Nietzsche esta expresión y cuál era el significado que le daba. Personalmente estoy de acuerdo con Albert Camus (ateo y Premio nobel de Literatura en 1957) cuando afirma que: “nada puede desalentar el ansia de divinidad que hay en el corazón del hombre".

R.C. - ¿A qué llama usted ateísmo sociológico?

 

CM. Al ateísmo que se vive no como el resultado de argumentos racionales, sino por ósmosis de los valores sociales imperantes. Hoy en día el ateísmo práctico de corte indiferentista es uno de los rasgos característicos de nuestra sociedad postmoderna.

R.C. - Usted insiste en distinguir entre el ateísmo de los siglos XIX y XX y el de hoy, indicando que son de un perfil distinto. En la segunda parte del libro habla de las características esenciales del ateísmo actual. ¿Cuáles son esos rasgos definitorios del ateísmo contemporáneo y qué le diferencia del de los siglos anteriores?

CM. En la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del siglo XX, los pensadores ateos intentaban dar argumentos racionales justificativos de su postura; es decir: intentaban demostrar racionalmente que Dios no existe. Hoy ya no sucede esto. En la actualidad, prácticamente todas las personas ateos no intentan dar argumentos racionales justificativos de su increencia, sino que parten del hecho de que Dios no existe y declaran abiertamente que, además, es una cuestión que no les interesa en absoluto y que no quieren perder el tiempo en ella. Hoy en día el ateísmo teórico ha pasado del campo de la filosofía al de algunas ramas de la ciencia (en efecto, hay quienes pretenden ver en ciertos datos de las cosmologías actuales, en la teoría de la evolución o en ciertas interpretaciones de la neurociencia, pruebas científicas de la no existencia de Dios, pero se trata de extrapolaciones injustificadas de lo que nos pueden decir los distintos métodos de investigación usados por estas ramas de la ciencia acerca de la cuestión de Dios; que, por definición, no forma parte del horizonte de objetos posibles de estudio por parte de dichos métodos). En cualquier caso, el ateísmo actual se caracteriza por ser práctico e indiferente a la cuestión de Dios.

R.C. - En su libro habla de las raíces históricas del ateísmo. ¿Puede resumirlas muy brevemente?

CM. He aludido brevemente a ellas con anterioridad. Siendo muy somero podría decirse que la noción cartesiana de substancia (aquello que es en sí y se concibe por sí) sienta las bases del ateísmo actual después de haber pasado por el tamiz racionalista de Spinoza (sólo existe una única substancia, lo que deriva en panteísmo) y del Idealismo Absoluto de Hegel: Dios, que es la nada, es la Idea Absoluta que se despliega en la Naturaleza y la Historia para tener autoconciencia. La concepción hegeliana de identificar a Dios con la nada tiene su raíz en la manera en que Kant creía que se elaboraban los conceptos (por abstracción total). También tuvo un papel importante la crítica de Hume, desde una postura empirista radical, a la idea de substancia y al principio de causalidad; aunque es cierto que se podrían retrotraer aún más las raíces intelectuales del ateísmo actual al nominalismo de Guillermo de Ockham (que negaba la existencia de los conceptos universales), pero el giro subjetivista del racionalismo es un buen punto de referencia en este tema.

R.C.- ¿Podría decirse que, de algún modo, el agnosticismo es cierta forma de ateísmo?

CM. El epistemólogo (y ateo) Hanson Norwood Russel estaba muy molesto con los agnósticos, porque los consideraba ateos incoherentes, como si se avergonzaran de serlo y mitigaran su postura diciendo que no tienen argumentos para rechazar taxativamente a Dios, aunque tampoco lo pueden afirmar, por lo que viven como si no existiera, y esto es lo que tanto irritaba a Hanson.

RC- Los creyentes pueden afirmar que Dios es creador, providente y bondadoso, pero lo cierto es que vemos muchas injusticias y mucho sufrimiento por parte de personas que no se lo merecen. Cuando uno ve estas cosas se pregunta si realmente existe Dios. ¿Qué opina usted de la existencia del mal moral en el mundo y su compatibilidad con un Dios que es un Padre amoroso?

C.M. Es el último gran argumento (aparente) que les queda a los ateos teóricos. Realmente la existencia del mal moral en el mundo y la compatibilidad con la existencia de un Dios infinitamente bueno parece ser todo un escándalo para los no creyentes y algo muy complicado de entender para los que tienen fe en Dios. Pero lo cierto es que si se estudia detenidamente esta cuestión (algo que se hace en la cuarta parte del libro) se puede observar que no hay tal incompatibilidad.

R.C. - En el libro usted trata una cuestión que parece paradójica, pues argumenta que el mal no sólo no demuestra que Dios no existe, sino que es una prueba de la existencia de Dios. ¿Puede explicar esto?

C.M. Así es. En el libro lo explico con detalle, aquí sólo diré muy resumidamente que el mal no es algo que tenga entidad por sí mismo, sino que depende del bien. El mal surge cuando se produce la deficiencia de un bien debido; por lo tanto, el mal y el bien no están al mismo nivel ontológico, sino que el bien es anterior al mal. O sea, que el mal necesita del bien para existir, pero no al revés. Esto significa que todos los males dependen de algún bien para existir, y como todos los bienes relativos y contingentes depende del Bien absoluto y necesario para poder existir, se puede colegir que la presencia del mal moral en el mundo no sólo no prueba que Dios (el Bien absoluto y necesario por excelencia) no existe, sino que es una buena prueba de su existencia objetiva y necesaria. Insisto, en la cuarta parte del libro se explica esto mejor y más profundamente.

R.C.- La última parte del libro empieza hablando de la libertad. ¿Cuál es el sentido de esos capítulos dentro de la obra?

C.M. Comentaba al principio del libro que la estructura es circular, de este modo podemos observar que los primeros capítulos de la última parte, los relacionados con la libertad, vienen después del estudio de Dios y el mal. Esta última cuestión está íntimamente relacionada con la libertad humana ¿por qué no poner, entonces, estos epígrafes al final de la cuarta parte? Porque el final del libro está dedicado a ver cómo es posible un diálogo fecundo y honesto entre la fe y la increencia actual. Desde luego, y dada la distancia entre las posturas originales, dicho diálogo puede tener un buen arranque si se realiza a partir de aquello que nos une a todos y no de lo que nos separa. Al ateísmo actual la cuestión de Dios le resulta indiferente, pero no la de la libertad, todas las personas amamos la libertad y, por lo tanto, reflexionar en torno a ella puede unirnos y permitirnos avanzar en un diálogo que nos permita comprender mejor la esencia humana y su verdadero lugar en la Naturaleza.

R.C. - Al final del libro intenta dar algunas claves para establecer un diálogo entre la fe cristiana y el ateísmo actual. ¿Puede sintetizar esos argumentos?

C.M. Siguiendo en la línea de la respuesta a la pregunta anterior, creo que un diálogo verdadero entre la fe y la cultura actual debe realizarse a partir del conocimiento profundo de los elementos que configuran los contenidos fundamentales de ambas partes; también es importante una postura de auténtica voluntad de escuchar los argumentos del otro acompañada del sincero esfuerzo por querer entender los argumentos y las razones del interlocutor. Esto son aspectos formales básicos, yendo a los contenidos decíamos antes que la libertad es algo que interesa a todos los seres humanos, nadie es indiferente a esta cuestión y, por consiguiente, reflexionar sobre los auténticos fundamentos de la libertad humana nos puede permitir establecer un auténtico diálogo que posibilite plantear cuestiones que trasciendan el orden de la pura materialidad sin forzar ni violentar las situaciones, y no digamos las conciencias. En este sentido pensar conjuntamente sobre temas tales como los derechos humanos, o los valores fundamentales que han de posibilitar la convivencia pacífica entre los pueblos y las personas, la justicia universal, el reparto justo de los bienes, y un largo etc., pueden ser cuestiones que posibiliten ese acercamiento y esa elevación.

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