Ha enviado una carta pastoral

El arzobispo de Sevilla pide no abandonar en vacaciones las prácticas religiosas y la relación con Dios

Recuerda que, a pesar de tener que alejarse de las ocupaciones y los lugares habituales de residencia y trabajo, no se ha de descansar de “nuestro camino de maduración humana y sobrenatural”

Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.
Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.

El arzobispo de Sevilla ha enviado una carta pastoral a los fieles de la ciudad. En ella ha pedido que no se entiendan las vacaciones como un tiempo perdido ni un paréntesis en el camino de maduración humana y sobrenatural.

El período de vacaciones estivales tienen su auge en el mes de agosto, y por ello, Juan José Asenjo Pelegrina ha traslado a sus fieles su voluntad de que no abandones sus obligaciones religiosas en los días de descanso.

El arzobispo de Sevilla ha reconocido la importancia de programar bien las vacaciones, saber dónde vamos a ir, consultar guías turísticas e itinerarios. Sin embargo, ha recalcado que lo más importante, y lo que nunca se ha de dejar de lado son las obligaciones religiosas de cada uno: “pensar qué vamos a hacer, cómo vamos a distribuir nuestro tiempo y qué frutos queremos sacar de estos días de descanso”.

Aconseja que el plan de las vacaciones tenga como objetivo reponer fuerzas, para así comenzar un nuevo curso pastoral con energía. Define las vacaciones como un período necesario para el reposo físico, psicológico y espiritual, además de “un derecho que todos deberíamos poder disfrutar”. El descanso veraniego “nos da la oportunidad de crecer, de formarnos, de reconstruirnos por dentro, de recuperar la serenidad y la paz que nos roban las prisas de la vida ordinario”, reconoce en su carta pastoral.

El arzobispo propone, además, planes que ayuden a crecer a los cristianos, empleando el ejemplo de los jóvenes: “Cada año son  más, gracias a DIos, los jóvenes, y también algunos adultos que aprovechan las vacaciones para hacer una experiencia de servicio a los más pobres en el Tercer Mundo o incluso una experiencia misionera”.

En su carta, da vía libre a cada uno para que decida qué actividades religiosas quiere llevar a cabo, pero afirma con rotundidad: “Las vacaciones tampoco pueden ser un abandono de nuestras obligaciones religiosas, una hibernación de nuestras relaciones con Dios o una huída de Aquél en el que encontramos el verdadero y auténtico descanso”.

Al final de su carta desea unas felices vacaciones a todos. Su última aspiración es que todos vuelvan con “más ganas de trabajar” y siendo mejores.  


 

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