Carta Pastoral en su primera Fiesta de la Almudena

El Arzobispo de Madrid exhorta a ser “valientes, audaces e inteligentes, en una cultura que genera desencuentros”

Este domingo, 9 de noviembre, se celebra la festividad litúrgica de Santa María la Real de la Almudena, Patrona de la Archidiócesis. Con este motivo, Mons. Carlos Osoro Sierra, Arzobispo diocesano, ha hecho pública una carta.


Carlos Osoro, Arzobispo diocesano de Madrid.
Carlos Osoro, Arzobispo diocesano de Madrid.

 “Como siempre, nos dice, el Señor nos sorprende y nos regala este encuentro con su Madre, la Santísima Virgen María, con esta advocación entrañable para todos los madrileños: Santa María la Real de la Almudena. Este encuentro con la Virgen María tiene mucha importancia, pues ella nos enseña y nos regala el rostro de Dios y nos dice que hay que dar espacio al Señor en nuestras vidas, que debemos dejar tiempo en la jornada de la vida diaria para que Él actúe en nosotros y a través de nosotros. Nos enseña a verificar que no puedo estar ocupado en hacer yo las cosas y no acordarme de dejarlo entrar a Él, ‘porque para Dios nada hay imposible’”.

Explica que en los “muchos encuentros personales y con grupos” que ha tenido estos días se ha “dado cuenta de que lo más importante es hacer presente a Cristo, tener la ‘mirada de Cristo’, hacer la cultura del encuentro. Él hace que nos encontremos. El ser humano que mejor realizó esa presencia, mirada y cultura fue la Santísima Virgen María. Por eso, en estos encuentros quise ver cómo detrás de cada una de las personas con las que me encontré había una llamada, una elección, una vocación: sacerdotes, consagrados, laicos de edades muy diferentes y con compromisos muy distintos. Necesitamos acoger a la Virgen María para poder aprender a hacer presencia, mirada, y encontrarnos con todos los hombres que van por los caminos de este mundo”. “Hemos de pasar realizando encuentros, a la manera que nos enseña el Señor y que su Santísima Madre vivió con singular intensidad”, asegura. “La cantidad y la calidad de los problemas con los que nos encontramos diariamente, nos llevan a la acción; aportamos soluciones, ideas, caminos, construcciones para todos, en las diversas edades en las que los encontramos: niños, jóvenes, adultos, ancianos”. Pero, se pregunta, “¿provocamos el encuentro con Jesucristo? María lo hizo y el Señor la encargó que nos lo enseñara: ‘haced lo que Él os diga’”.

El Arzobispo de Madrid exhorta a ser “valientes, audaces e inteligentes, en una cultura que genera desencuentros, que pregona unos principios y valores que provocan angustias, pesimismos y ‘hombres vagabundos’, que no saben a dónde ir, o que les da igual estar en una parte que en otra. ¡Qué fuerza tiene encontrarnos con quien es el origen de la cultura del encuentro, Jesucristo, que tiene una vasija en la que por vez primera se muestra y se nos manifiesta cómo se construye esa cultura en la que nadie sobra, y todos somos necesarios! Me refiero a la Virgen María. Ella es la vasija elegida para hacerse presente quien engendra el encuentro entre los hombres con las medidas que Dios da a todo ser humano”.

Invita a “a tener el atrevimiento y la osadía de decir a todos los hombres lo que tan maravillosamente dijo una mujer excepcional y única, como es la Virgen María. Ante la llamada, Ella respondió con prontitud: ‘Hágase en mí según tu palabra’. Prestó su vida enteramente a Dios diciendo un ‘sí’ absoluto para provocar la cultura del encuentro. Esa cultura que se inicia en su vida, y que comienza en el momento en que dice a Dios: ‘Hágase en mí según tu palabra’. Se complicó la vida para que los hombres nos enterásemos de una vez para siempre de que somos hijos de Dios y, por ello, hermanos entre nosotros, y que nadie puede prescindir de nadie”. “¡Qué bien viene, asegura, contemplar y hacernos conscientes de que nuestra vida es una iniciativa de amor, que es la que está en el origen de todo lo que somos! Reconocer que todos somos don y gracia, y que estamos llamados a estar con Él, como Él y en Él, es toda una revolución, como lo es ‘complicarse la vida por los demás’”.

Anima a “vivir desde tres dimensiones, como lo hizo la Santísima Virgen María, para construir la ‘cultura del encuentro’”: “ser discípulos enamorados”, porque “nuestra vida está centrada cuando no escuchamos cualquier palabra, sino la Palabra de Dios, y cuando nos encontramos con Él en la Eucaristía y descubrimos que la Misa es mi vida, y mi vida es una Misa prolongada”. En segundo lugar, “viviendo con ardor misionero”, como la Virgen, que “sale al encuentro de todos los hombres, y lo hace con ardor misionero”. Y, por último, “siendo constantes en andar por los caminos”, también en la Cruz”. María, concluye, “nos acompaña en todos los caminos, para darnos y contagiarnos su amor al Hijo, su ardor misionero, su constancia en salir a todos los caminos”.


 

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