El octavo año de pontificado de Benedicto XVI, para la nueva evangelización

Hace siete años, tras cuatro votaciones y 25 horas del primer cónclave del tercer milenio la chimenea situada sobre la Capilla Sixtina anunciaba al mundo la elección de un nuevo Papa para la Iglesia católica: Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.

Abrumado y sonriente salió al balcón y desde la fachada de la basílica de San Pedro saludó a una plaza abarrotada de peregrinos, fieles y curiosos que se desplazaron hasta Roma para recibir y celebrar la elección del nuevo Papa. El mundo entero esperaba al sucesor de Juan Pablo II el grande y la Iglesia católica dejaba de su horfandad de lado para acoger con alegría al sucesor número 264 de San Pedro.

Y así fue, el primer papa alemán de la historia y la mano derecha de Juan Pablo II, uno de sus más estrechos colaboradores durante años. Fue precisamente el Papa Wojtyla quien lo trajo al Vaticano para que ocupara uno de los puestos más importantes y difíciles, el de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Desde que Joseph Ratzinger es Benedicto XVI ha afrontado los principales problemas de la Iglesia católica con paso firme. Ahora comienza su octavo año de pontificado con la misma línea de transparencia y decisión que ha mantenido durante estos siete años anteriores y con la nueva evangelización en el horizonte.

En estos años ha puesto soluciones precisas y tajantes a los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y a los escándalos y filtraciones desde la Curia. No tiene miedo de reconocer que la Barca de Pedro navega en aguas difíciles porque sabe que la Iglesia ha afrontado crisis más fuertes y siempre ha salido no sólo victoriosa sino fortalecida y purificada de ellas.

Benedicto XVI es tan decidido como dialogante, no quiere dejar fuera a nadie que desee volver a la Iglesia católica. Para ello creó específicamente la figura jurídica de los ordinariatos personales para que los anglicanos que lo desearan pudieran entrar en plena comunión con la Iglesia católica y dio una última oportunidad a los lefebvrianos, que rechazaron en varias ocasiones las ofertas del Vaticano. Él les dio una última oportunidad para evitar que crearan un cisma y esta vez sí han aceptado.

A sus 85 años tiene por delante la visita a Arezzo en Italia el 13 de mayo, presidir el Encuentro Mundial de las Familias en Milán del 30 de mayo al 3 de junio y el viaje al Líbano del 14 al 16 de septiembre.

Parece que después de poner orden dentro del Vaticano, de 'apacentar a los corderos', Benedicto XVI se propone el siguiente objetivo 'confirmar en la fe' a los países de la nueva evangelización.

Por eso, antes de que termine el 2012 presidirá el Sínodo de obispos sobre la Nueva Evangelización y la apertura del Año de la Fe por el 50 aniversario del Concilio Vaticano II. Un gran horizonte para el octavo año de pontificado.

 

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