Por Mercedes De La Torre

Una exhortación apostólica que presenta el programa del Pontificado de Francisco

Tras la presentación de la primera exhortación apostólica de este Pontificado Evangelii Gaudium (la alegría del Evangelio) el artículo de hoy no pretende abarcar la totalidad del texto sino que precisará sólo algunos aspectos ya que este documento requiere tiempo para una profunda reflexión.

La primera cuestión es que este texto fue escrito directamente por el Papa Francisco, se percibe incluso por el tono coloquial y la redacción en primera persona. El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi confirmó que la versión original de este documento es en español -y no italiano- e incluso reveló que el Papa lo escribió principalmente en agosto después de su viaje en Brasil.  

Otra novedad de este texto compuesto por 142 páginas y dividido en 5 capítulos es que ‘el plan original’ era la publicación de un documento ‘postsinodal’ tras la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre ‘La nueva evangelización para la transmisión de la fe’ celebrada del 7 al 28 de octubre de 2012. Pero hubo ‘cambio de planes’ y el mismo Papa ha remarcado a sus colaboradores cercanos que se trata de una “exhortación apostólica” y no una de una “exhortación apostólica postsinodal”.

A precisar esta cuestión fue el secretario general del Sínodo de los Obispos, Lorenzo Baldisseri quien explicó que aunque el Papa recibió las proposiciones sinodales no se limitó a ellas. Remarcó esta diferencia porque el discurso “es más amplio” y propone “un anuncio en el mundo actual”, como el mismo Pontífice escribe que el texto tiene “un sentido programático y consecuencias importantes”.

En concreto, el Papa resalta “una impostergable renovación eclesial” para que “toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” y precisa que esta “reforma de estructuras” exige en primer lugar “la conversión pastoral” para que “todas ellas se vuelvan más misioneras”.

En esta línea, el Papa explica que él está “llamado a vivir” lo que pide a los demás por lo que piensa en “una conversión del papado”, concepto que ha sido retomado por numerosos medios de comunicación y afrontado por algunos lamentablemente con mucha superficialidad. Ya que él mismo escribe en el documento que “como Obispo de Roma” le corresponde “estar abierto a las sugerencias” que se orienten a un ejercicio de su ministerio para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”.

En realidad, no es un tema nuevo y es un concepto coherente con lo que Francisco ha repetido durante estos nueve meses de Pontificado, incluso explica que “el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral” como lo expresó el Concilio Vaticano II para que las Conferencias episcopales no sean “sujetos de atribuciones concretas” sino que también tengan “auténtica autoridad”.

Al respecto, Baldisseri destacó que “no se trata de autonomía” y Francisco explica en la exhortación que “no es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios” por lo que en este sentido percibe “la necesidad de avanzar en una saludable descentralización”.

Además, el Papa confirma la coherencia del mensaje eclesial sobre el valor de la persona humana que “no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión” ya que “no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones” porque asegura que “no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”.

Pero al mismo tiempo, el Pontífice llama la atención por su honestidad al afirmar que “también es verdad” que la Iglesia ha hecho “poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza”. Una idea que es un claro fruto de su experiencia pastoral.

Una última cuestión que quiero resaltar es que el Papa retoma el reciente debate pastoral  al abordar el tema de la “apertura” de la Iglesia, incluso de los sacramentos. Así, destaca que “la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre” por lo que insiste que “todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera” sobre todo cuando se trata del Bautismo.

 

Sin embargo, al profundizar en la Eucaristía explica que “si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles” y resalta que la Iglesia está llamada a “considerar con prudencia y audacia” las consecuencias pastorales para no comportarse como “controladores de la gracia” sino como “facilitadores” ya que “la Iglesia no es una aduana” sino “la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.


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