Esconder a Dios no es la solución

“Dios en la esfera pública” fue el tema del XXX Congreso para profesores universitarios promovido el 29 y 30 de mayo por la Fundación Rui en el Castillo de Urio, en el Lago de Como. Inaugurado por Mons. Aldo Giordano, Observador Permanente de la Santa Sede en el Consejo de Europa, en el congreso intervino también el abogado Carlo Cardia, profesor de la Universidad “Roma Tre”, que habló sobre “Laicidad: Iglesia y Estado” en el marco europeo.

“En las dos últimas décadas ha resurgido la cuestión de Dios, la cuestión religiosa, que -dicho entre paréntesis- ha desmentido -dijo Cardia- todas las tesis sociológicas de los años anteriores que hablaban de la decadencia de lo sagrado”. Sin embargo, admitió, “es cierto que Europa está reaccionando a este fenómeno que es versátil, muy interesante, a veces como si quisiera poner entre paréntesis, de nuevo, la idea, la imagen, la necesidad de Dios, es decir, relegarla a una dimensión estrictamente privada”.

El abogado italiano aseguró que “esta es una contradicción que deriva de la historia europea de conflictos religiosos y de un cierto laicismo que ha pensado en resolver estos conflictos simplemente negando la relevancia pública de la religión y de la idea de Dios”.

Benedicto XVI ha puesto de manifiesto en varias ocasiones la necesidad de una “laicidad positiva” que no excluya la dimensión religiosa. En este sentido, Cardia subraya que “el problema que ha planteado el Papa concierne a una serie de cuestiones que afectan hoy a la antropología más profunda. Nos enfrentamos a la emergencia del tema de la vida, del tema de la familia. Se trata de problemas que, sin una visión que podríamos llamar “trascendental”, es decir, de algo que guía nuestra acción moral más profunda, no se pueden abordar”.

El tema de la presencia del crucifijo en lugares públicos, como símbolo universal del sufrimiento humano, de la dignidad humana, objeto de una sentencia del Tribunal de Estrasburgo, es considerado por algunos un “atentado a la laicidad”.

El profesor Cardia afirma al respecto que el símbolo religioso “representa una tradición viva en Europa y el cristianismo es una tradición viva en todos los países, pero se niega incluso la oportunidad de tener un mínimo de presencia pública. No existe ninguna razón en el mundo para ello”, concluye.

Por Alfonso Bailly-Bailliére

 

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