Los obispos de las regiones árabes, preocupados con las consecuencias que la llamada “primavera” puede tener para los cristianos

Están a la espera de los acontecimientos, pero saben que el futuro puede ser poco alentador para los cristianos en países como Egipto o Libia después de que la llamada "primavera árabe" acabara con los dictadores que habían gobernado durante años con mano férrea.

El problema es que, hasta ahora, esos mismos dictadores, aunque autores de flagrantes violaciones de los derechos humanos, habían mantenido a raya a los radicales islámicos.

La caída de los regímenes dictatoriales está siguiendo un patrón similar que preocupa a la Iglesia. Primero, ansias de libertad. Después, triunfo de los islamistas e imposición de la sharia a la espera de Constituciones en las que se defenderá la libertad de culto, pero se hará poco por obligar al cumplimiento de la norma.

El ejemplo de Iraq, aunque no forme parte del actual movimiento de la primavera árabe, es esclarecedor. Los cristianos están más perseguidos ahora que en la época de Sadam Hussein. En Egipto los coptos miran con recelo el movimiento que derrocó a Hosni Mubarak desde la plaza Tahir. Presienten que, si antes fueron ciudadanos de segunda, ahora nada garantiza sus derechos. Y es que el radicalismo islámico no deja de ser otra forma de totalitarismo.

 

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