La sangre de Pacience

Han pasado ya tres días desde que se conoció la noticia de la enfermera infectada por ébola, al parecer, por un error humano: se llevó las manos a la cara al quitarse los guantes. Mientras ella, y el personal que generosamente la atiende como ella atendió antes a los dos misioneros, luchan por vencer a la enfermedad, las redes sociales siguen erizadas culpando a España de traer hasta territorio nacional a los dos hermanos de San Juan de Dios.

Por las venas de la enfermera Teresa fluye el suero cargado de anticuerpos que se ha podido generar gracias a la hoy valiosa sanger de la hermana Pacience, una religiosa que trabajaba con el hermano Miguel Pajares, que se contagió con ébola, pero que pudo superarlo. Al mismo tiempo que la hermana Pacience da su sangre para salvar vidas, miles de misioneros están dedicados, junto a voluntarios de diferentes organizaciones, a combatir no solo el ébola, sino el resto de las enfermedades que siguen arrasando África Occidental. Gracias a ellos, la epidemia no es aún más grave. Sin ellos, la expansión habría sido brutal.

Es verdad que a España no habría llegado tan pronto el ébola, si se hubiera dejado morir a dos religiosos en sus hospitales de origen. Pero no es menos cierto que habría acabado llegando, en barco, avión, patera… Los cálculos cientoficos hablan de este mes como fecha en la que el ébola saltará a Europa. Lo cierto, es que la sangre de Pacience está sirviendo para tratar a la enfermera y la sangre de Miguel Pajares y de Manuel García Viejo sirvió para salvar a muchas vidas. Lo demás, es fruto del miedo.

Zenón de Elea


 

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