La alegría de no triunfar

"Vivimos en una sociedad eminentemente competitiva. La máxima aspiración de muchas personas hoy es ver cómo escalan puestos hacia arriba, luchando por los primeros puestos a toda costa. Existe un convencimiento generalizado de que sólo los primeros son los que triunfan. Conocemos de muchos que se ofenden si, teniendo una categoría, no se les sitúa en el puesto que teóricamente y según ellos les correspondería. Muchos viven una lucha encarnizada por ascender, por tener una buena posición social, cueste lo que cueste. Además, un sinfín de personas viven de la fachada: lo que importa no es tanto lo que soy y cómo me siento sino lo que quiero que los demás piensen de mí". Así arranca la última carta pastoral del obispo de Osma Soria, monseñor Gerardo Melgar.

El texto, que responde al mensaje evangélico de que los últimos serán los primeros en el reino de los cielos y que el reinado de Cristo no consiste en mandar sino en servir, es un buen documento para reflexionar sobre algo de lo que ha hablado mucho el Papa en sus últimas intervenciones: la alegría del cristiano.

La fortísima crisis económica internacional, su grave impacto en España y el devastador efecto sobre una tasa de desempleo que sustrae al hombre la dignidad del trabajo, como apuntó el Santo Padre camino de la JMJ, han sumido al país en una especie de tristeza colectiva, de desesperanza, que no podía tener peor puntilla que el fracaso en la competición por albergar los Juegos Olímpicos.

Pero el hombre recuperará su alegría cuando entienda que no está en el triunfo, ni siquiera en la justicia que exigen aquellos que demandan un puesto que se ajuste a su supuesta categoría. La alegría solo podrá encontrarse en el servicio y en la entrega. Y lo demás, nos lo darán por añadidura.

Zenón de Elea

 

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