Los retos eclesiales que afrontará el nuevo Papa

Más de 1.300 millones de fieles, repartidos por los cinco continentes. De todas las culturas, lenguas, razas y costumbres. Esta es la Iglesia del sitio XXI que el elegido en el cónclave habrá de gobernar. Un catolicismo que retrocede en Europa y Oriente Medio, se mantiene en América del Sur, crece bastante en Norteamérica y África y comienza a avanzar en Asia. Una barca con tantos anhelos y esperanzas como retos y dificultades que le corresponde gobernar a Francisco I.

Un repaso a lo largo y ancho del globo nos ofrece el panorama que verá ante sí el Santo Padre número 266. Si bien algunas características resultan comunes, en cada tierra la Iglesia topa con obstáculos diversos, tanto para la propagación de la fe como para su defensa allí donde la mayoría profesa el amor a Cristo. Una sola virtud condensa lo que se necesita para que los planes de Dios se lleven a cabo: la santidad de cada creyente y la del Papa, la primera.

Oceanía: la ingeniería social de origen europeo

El continente más alejado de Roma solo aporta un cardenal al cónclave, el australiano Pell. Pero la Iglesia también tiene una misión importante allí. Una cuarta parte de los oceánicos pertenece al catolicismo, casi ocho millones de personas. Las principales amenazas a una mayor presencia sobre el total provienen de la competencia con el protestantismo, preeminente por origen británico, y por la herencia de la deshumanización que avanza en el Viejo Mundo.

Australia, que junto a Nueva Zelanda y Nueva Guinea representa más del 90% de la superficie, comienza a introducir leyes que en España conocemos bien y que enlazan con la ingeniería social. Los ataques a la familia y a la educación se suceden: el aborto, la contracepción o el matrimonio homosexual. Una opresión contra la que se ha levantado en numerosas ocasiones la voz eclesial. Además, Fiji está gobernado por una dictadura militar contra la que también hay que lidiar.

Asia: el totalitarismo y la oposición hindo-musulmana

Quizá la zona donde más se persigue abiertamente a la Esposa de Cristo. El comunismo chino ha creado incluso una iglesia nacional con la finalidad de alejar de la obediencia al Papa a la creciente comunidad católica del país. Esta oposición se refleja en Vietnam, Laos, Camboya, Myanmar y otras naciones de Asia Central. Aquí, el trabajo consiste en el primer anuncio, en hablar de Jesucristo por vez inicial, sin referencia anterior.

En India, hindúes y mahometanos se han coaligado para dirigir sus iras hacia el más débil, el cristiano. El ejemplo de la Beata Madre Teresa de Calcuta sorprendió en el país de las castas y las desigualdades, pero generó el odio de los que no podían aceptar semejante muestra de benevolencia. En Pakistán, Afganistán o Bangladesh y en todo Oriente Medio, católicos de todos los ritos -latinos y orientales- están siendo masacrados. Algunas comunidades, como la caldea, se han visto forzadas a la emigración masiva ante el sacrificio al que obliga no marcharse de sus hogares.

África: la formación y el desarrollo humano

Esta es la imagen de la alegría para los cardenales emplazados en la Capilla Sixtina. Un área donde la Iglesia crece y se expande, independientemente de tribus y de idiomas. Ahora bien, no exenta de problemas. El noroeste y el Magreb salen en las noticias frecuentemente por el integrismo islámico, que fija su atención en las castigadas comunidades cristianas. Algo similar, aún más brutal, ocurre en Nigeria con la organización terrorista Boko Haram.

 

La falta de garantías para un desarrollo humano creciente y para acabar con la pobreza o el sida (no reducido pese a los millones de preservativos que Occidente ha repartido) no dejan indiferentes a los católicos africanos. Habrá que reforzar la labor de caridad y acompañarla de una buena catequesis, de forma que al progreso material no le siga el abandono de la fe. Una mejora de las comunicaciones también contribuiría a llegar a pueblos aún no evangelizados.

Europa: la rebelión de la heterodoxia centroeuropea y el retroceso de la fe

El centro de los desvelos de Benedicto XVI, sin duda, pasaba por el Viejo Continente. Los bastiones del catolicismo que han enviado miles de misioneros al resto del mundo y que se han encargado de la ortodoxia doctrinal han claudicado ante el empuje del secularismo y del materialismo. España, Italia o Francia han modelado con su mal ejemplo a decenas de gobiernos; la teoría de género y la redefinición de los cuerpos sociales tradicionales han socavado la estabilidad social. Divorcios a tutiplén, asesinatos de fetos, eutanasia en Holanda o Bélgica, etc.

Por otro lado, el progresismo cundió en las propias filas por el mal entendimiento del Concilio Vaticano II. Muchos clérigos intentaron deshacerse del rico y valioso legado, de las normas canónicas y de las enseñanzas morales. El fruto: jerarquías confundidas (Alemania), movimientos de abierta rebelión contra la autoridad a causa del celibato sacerdotal (la iniciativa Pfarrer en Austria) y fieles contaminados de un protestantismo contra el que se luchó durante siglos. Esto ha impedido que la confusión doctrinal de un luteranismo y un calvinismo originales casi muertos se haya aprovechado.

Suramérica: la competencia del protestantismo y el populismo político

El peligro al que se enfrenta la Iglesia en el Nuevo Mundo tiene fácil nombre: las sectas. El daño provocado por la Teología de la Liberación dejó un vacío espiritual donde estos grupos supieron pescar con habilidad. Aprovechando la profunda sensibilidad religiosa del latino, su importancia ha crecido tanto que en lugares como Guatemala se acercan al 46% y se calcula que serán mayoría en 2020. La falta de formación ha colaborado en el deceso católico, especialmente en Centroamérica.

Otra barrera que deberá superar el nuevo Papa proviene de la extensión de los gobiernos populistas. La estela castro-chavista se expandió a Ecuador (Rafael Correa), Perú (Ollanta Humala), Paraguay (Fernando Lugo) o Bolivia (Evo Morales). Tampoco el kirchnerismo argentino, Roussef en Brasil y Múgica -antiguo terrorista tupamaro- son demasiado favorables a la fe, más bien al contrario. Precisamente los obispos de los países del Cono Sur han dado que hablar últimamente por sus polémicas declaraciones y su reprochable moralidad (el de Moreno-Merlo admitió que tenía una relación con una mujer y dimitió).

Norteamérica: las secuelas de la pederastia

Y por último, un continente donde el catolicismo crece. Más que nada, por el impulso de los hispanos y por la profunda limpia que han realizado los obispos estadounidenses, mano a mano con Benedicto XVI. Dolan, O'Malley, Wuerl y Horacio Gómez, obispo de Los Ángeles, han despejado cualquier sospecha de connivencia con el abominable crimen del abuso por parte de clérigos. Los culpables han sido entregados a la justicia y retirados de cualquier cargo. Además, el episcopado norteamericano ha sido reformado muy cuidadosamente por la Santa Sede. Especialmente por el canadiense Ouellet, prefecto de esa Congregación y uno de los que más suenan como próximo Pontífice.

En México, la labor varía. Una de las naciones con mayor número y porcentaje de fieles del mundo. Allí, la Iglesia contribuye a terminar con una lacra que trae por la calle de la amargura al Gobierno y a la población: el narcotráfico. A algún cardenal se le atribuye encubrimiento de sacerdotes que han cometido abusos y, generalmente, los prelados aztecas siempre han sido conocidos por ciertas veleidades políticas.

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