Canonización de San Juan Pablo II y San Juan XXIII

Francisco "En cada persona que sufría, San Juan XXIII y San Juan Pablo II veían a Jesús"

Roma ha recibido a peregrinos del mundo entero para celebrar esta canonización extraordinaria de Juan Pablo II y Juan XXIII. Celebra el Papa Francisco y concelebrando, entre los obispos y cardenales, está presente el Papa emérito Benedicto XVI.

La ceremonia ha dado comienzo con la procesión de entrada en la que los participantes han salido de la basílica para incorporarse al espacio reservado para ellos en la plaza de San Pedro mientras los cantores entonaban las letanías. Se han formulado las peticiones al Papa antes de la ceremonia de canonización.

Tras la fórmula establecida para la canonización, con la que el Papa Francisco, por la autoridad que le ha concedido la Iglesia, suma a la lista de los santos a Juan Pablo II y Juan XXIII, la Plaza de San Pedro ha irrumpido en un sonoro aplauso por los que ya son San Juan Pablo II y San Juan XXIII. A continuación, familiares de Juan XXIII y familiares de una de las personas sobre las que Juan Pablo II obró un milagro, han llevado hasta el altar las reliquias de los nuevos santos. 

Las lecturas de esta celebración se han hecho en italiano, polaco y latín y griego. El Evangelio, tomado de San Juan, (Jn 20,19-31) recoge la escena en la que Cristo se aparece en medio de los discípulos, encerrados aún por temor a los judíos, los envía con la fuerza del Espíritu Santo e instaura el Sacramento de la Penitencia.

A continuación, el Papa Francisco pronunció la homilía en la que recordó la vida de santidad de Juan Pablo II y Juan XXIII [lea aquí el texto íntegro de la homilía]. El Papa Francisco recordó que en este domingo se ha celebrado la fiesta de la Divina Misericordia, que estableció San Juan Pablo II. Centró la idea de su mensjae en que las llagas de Cristo, las quemostró a los discípulos reunidos en el cenáculo, asustados aún por el miedo a los judíos, son "un escándalo para la fe pero son también la comprobación de la fe. or eso, en el cuerop de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dioes es amor, misericodia, fidelidad".

El Papa Francisco mostró cómo "San Juan XXIII y San Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de Él, de su cruz, no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría, veían a Jesús".

Recordó como los dos santos canonizados hoy vivieron tragedias muy duras en el siglo de las Guerras Mundiales y la Guerra Fría pero recordó cómo para ellos, "fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifeiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María". Los ha descrito como "contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia". Y fraguó esa e"esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de lahumillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz".

Sobre San Juan XXIII destacó en una breve biografía cómo al convocar el Concilio Vaticano II, "demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la dolcilidad al Espíritu".

En cuanto a San Juan Pablo II, lo calificó como "el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gstado ser recordado, como el Papa de la familia". Y enlazó esta idea con el "camino sinodal sobre la familia y con las familias" que ha emprendido el Papa Francisco, "un camino que él, desde el Cielo, ciértamente acompaña y sostiene". 

Antes de concluir la celebración de la Santa Misa, el Papa Francisco rezó junto a toda la comunidad eclesial el Regina Coeli y aprovechó para agradecer a numerosas personas por esta canonización: a los obispos y sacerdotes, a las delegaciones oficiales, a las autoridades itilianas, a los peregrinos de Bérgamo y de Cracovia, a la diócesis de Roma, a todos los peregrinos del mundo, a los medios de comunicación y a los enfermos y ancianos, a los que los dos Papas estaban tan vinculados.

 

A continuación, impartió la bendición a todos los prestentes.


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