Los lugares donde Cristo pasó su vida centran el discurso del Papa por la paz. China y el terrorismo islámico completan las peticiones
Benedicto XVI se refirió a numerosos conflictos armados pero también a la pobreza y al dolor que sufren los refugiados. Dio su bendición en 65 idiomas distintos desde su balcón en la Plaza de San Pedro en el día de Navidad. En Nochebuena, a pesar de su edad, quiso celebrar la Misa del Gallo.
Siria, Israel y Egipto fueron los tres países que centraron la atención del Papa Benedicto XVI en su bendición Urbi et Orbe desde el balcón de su residencia junto a la Plaza de San Pedro. La preocupación de la Iglesia por la situación de los fieles en estos territorios que, precisamente, vieron crecer el cristianismo, ha llevado al Santo Padre a referirse a los diferentes problemas políticos que asolan esta región.
Respecto a Siria, lanzó "un llamamiento para que cese el derramamiento de sangre, se faciliten las ayudas a los prófugos y desplazados, y se alcance una solución política al conflicto a través del diálogo". Para Tierra Santa, pidió a Dios que "conceda a israelíes y palestinos la valentía de poner fin a tantos años de luchas y divisiones, emprendiendo decididamente la vía de la negociación". Y sobre Egipto, región a la que huyó la Sagrada Familia para evitar la persecución de Herodes, expresó el deseo de que la nueva estructura social esté basada en la libertad y la dignidad de la persona.
También mencionó a China y deseó altas miras políticas a los nuevos dignatarios del Partido Comunista, así como mencionó de manera expresa la necesidad de garantizar la libertad relgiosa. En este mimso sentido, y por la falta de libertad, se refirió a varios conflictos que se viven actualmente en África, en Malí, Congo, Nigeria y Kenia, y que tienen un denominador común en la intransigencia de algunos radicales islamistas.
