La interlocución de la Iglesia con el Gobierno

Interesante, sin duda, ha sido la glosa que el Secretario general de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo, ha hecho en el programa de la mañana de COPE de la Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal sobre la defensa de la vida. Y más si nos fijamos no en el contenido de lo afirmado, que de por sí lo es, sino en las referencias al proceso de la relación entre la Iglesia y el Gobierno del PP.

                  Lo que está ocurriendo con la retirada del Anteproyecto de ley Gallardón de defensa del concebido y no nacido, y de apoyo a la mujer embarazada, puede analizarse como estudio de caso y convertirse en paradigma de cómo se van a articular las relaciones entre la Iglesia y el Estado en esta nueva etapa.  

                  Como ya ha destacado algún avispado medio digital, el Secretario general de la Conferencia se ha referido a la entrevista que han mantenido el Presidente de la Conferencia, monseñor Ricardo Blázquez, con la Vicepresidenta del Gobierno, interlocutora habitual de estas materias. No hay que olvidar que don Ricardo es un hombre que ejemplifica el adagio latino de “suaviter in modo, fortiter in re”, o la versión pontificia de la verdad tranquila.

Peor también de lo que ha hablado, como novedad periodística, José María Gil, es del encuentro que Soraya Sáenz de Santamaría mantuvo con el secretario de estado del Vaticano, para aclarar que se habló del tema de la ley del aborto a iniciativa del cardenal Parolin. ¿En qué términos?

Según comentan fuentes cercanas al Vaticano, y a la Conferencia Episcopal Española, fue monseñor Parolin quien puso sobre la mesa esta cuestión. La respuesta de la Vicepresidenta del Gobierno se circunscribió entonces al argumentario que utilizó en la rueda de prensa al Consejo de Ministros, en el que la constelación argumental giraba en torno a la palabra “consenso”. Insisten las fuentes, que la Vicepresidenta hizo un mutis por el foro argumental sobre la retirada de la ley. Consta, ciertamente, alguna llamada, por ejemplo, dentro de la piel de toro; la que hizo Alberto Ruiz Gallardón a su obispo, el cardenal Rouco Varela.

Dentro de la cordialidad que se palpa en las relaciones entre la Iglesia y el gobierno, a partir del domingo, se añade un dato más que ayudará en esta tarea de cooperación desde la distinción y la separación: la presencia en Valencia del cardenal Antonio Cañizares, que ha seguido, desde Roma, en los últimos años muy de cerca lo que ocurría en España y que se ha convertido en un interlocutor privilegiado de estas materias.

El paso siguiente es la elección de un nuevo miembro del Comité Ejecutivo en la próxima Asamblea Plenaria, en la que ya participará de pleno derecho el cardenal Cañizares y que aportará una perspectiva renovada y complementaria.

José Francisco Serrano Oceja


 

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