El calor es más fuerte

La niebla que invade la capital de España es triste espejo del alma de nuestra sociedad. Los edificios, antes relucientes, se despertaron a la Misa de las Familias con un lánguido sollozo. El frío de la plaza de Colón es un frío cultural, el frío de la historia. Ese frío que amenaza a la familia, que ha enviado un mensaje de muerte al correo electrónico de la humanidad.

Hacía mucho frío en la plaza de Colón. Y se notaba. Era como si el frío de la política, de las legislaciones que han acabado con el matrimonio, con la vida del concebido y no nacido, se diluyeran en oxígenos bomba. España está helada. ¿Qué le está pasando a este país, antes alegría de Europa, reserva de nobles añadas? Sin embargo, la plaza de Colón ahora es distinta porque ayer, llena de familias, no solo fue plaza.

Primeras vísperas de la Misa de las familias, que es la misa del mundo y una de las más singulares señas del pontificado del cardenal Rouco Varela. La Misa comenzó en la adoración, cuarenta horas en la carpa geodésica de la historia. Una delicia de templo alquilado, a bajo precio, a los responsables de las políticas de la movida permanente que es Madrid. Oración, silencio, una mezcla de colores, bajo un firmamento proyectado como si fuera un nuevo día de la creación. Cristo Eucaristía en medio del mundo, Alfa y Omega. Se respiraba esperanza. Susurro de mixtura sacramental, también la penitencia. El corazón restaurado, en suma.

Salid a la calle, dijo Juan Pablo II cuando bendijo la Catedral de la Almudena. Y, desde ese preciso instante, el catolicismo madrileño, el catolicismo español, le ha cogido gusto a la calle, a la "plaza pública de la historia", en palabras de Benedicto XVI.

Madrid no es patrimonio de las imágenes de ese cabreo permanente y monumental con el mundo, que vociferan las manifestaciones. Madrid es una ciudad de contrastes que hay que saber desentrañar, como si fuera un libro aún no escrito de la historia de España. Será por la Biblioteca Nacional, que no dice nada. Al catolicismo español le encanta la algarabía y aún está con la resaca de la JMJ. Los voluntarios fluorescentes, además de decir por aquí sí, por aquí no, intentan sacar unos euros para Río de Janeiro, un destino ideal si allí está el Papa. Llegan las familias, y cuando las familias llegan, lo inundan todo, lo trasforman, lo sanan y restauran. Muchos niños en la Plaza de Colón que miran lo que les rodea con ojos de esperanza.

Por la megafonía palabras, palabras y más palabras. El anuncio del kerygma de Kiko Arguello suena a despertador de domingo por la mañana. Porque dice lo que tiene que decir y porque se le oye como se le tiene que oír. La intervención de monseñor Vicenzo Paglia, del Pontifico Consejo para las Familias, pretende lo esencial, con un tono de confianza y confidencia que da calor a esta fría mañana. Comienza el ángelus del Papa, que es como un nuevo capítulo de "La Infancia de Jesús", ese capítulo que faltaba y que ahora nos entrega en fascículos siempre apasionantes. El Papa, con el Papa nos basta.

Y sin más dilación, la misa. En el altar está el top ten de los cardenales españoles y de los arzobispos. La Iglesia una y plural ofrece un testimonio de prioridad. Lo que le importa a la Iglesia en España es la familia. Lo dice el cardenal Rouco, en una homilía muy suya, con alguna pregunta y muchas respuestas, con esos giros de la vida y del pensamiento que tanto caracterizan al padre y pastor de las almas. Me impresiona el examen de conciencia que hace el cardenal cuando se pregunta qué Nueva Evangelización es ésa que no prioriza al matrimonio y la familia. Ahí es nada. Porque de la rama fecunda del matrimonio y la familia brotan las vocaciones, los sacerdotes, los Consagrados, la Iglesia toda.

No ha sido una homilía política, aunque titulares tenía y muchos y de los de fondo. Veremos qué dicen los medios que no solo median. Pero ahí está la fotografía y la radiografía de una Iglesia, la de España, que no abandona a la familia. Cada niño que nace, es un mensaje de Dios a la humanidad. Un mensaje de confianza. La misa de las confidencias y de las confianzas. Dios confía en el hombre, y si no ¿qué celebramos en navidad? Las familias, las familias cristianas, salen a la calle. Y ahí están.

El frío persiste, pero el calor es más fuerte, la gracia. Naturaleza y gracia, eso es la familia.

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 

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