Una amnésica ley de educación

La presentación del Anteproyecto de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa ha causado perplejidad en los responsables de Educación de la Conferencia Episcopal Española.

El texto, redactado por el equipo de la Secretaria de Estado de Educación, Mercedes Gomendio, del que se dice en los pasillos educativos del PP que tiene a más de un infiltrado, es un conjunto de buenas intenciones y va la buena dirección, pero adolece de una unidad orgánica en los fundamentos antropológicos. Una carencia que se salva con la gavilla de adecuadas razones técnicas que, no olvidan, por ejemplo, a la educación diferenciada y que da notables pasos en la eliminación de Educación para la Ciudadanía, la unidad del currículum o en un sistema basado en la exigencia, el esfuerzo y el continuo control evaluativo, entre otros.

Pero lo que ha dejado estupefactos, y disgustados, a los obispos, es la ausencia de la asignatura de religión. Máxime si partimos de la base de que no puede haber educación de calidad sin formación del hecho religioso y de los valores que de él se deducen.

La cuestión no es baladí. La asignatura de religión en la escuela es una de las asignaturas pendientes del sistema democrático español. Los Acuerdos entre la Iglesia y Estado, que están vigentes y además gozan de viabilidad social, como no se cansan de repetir los responsables políticos del PP, establecen un marco que nunca se ha desarrollado adecuadamente. Ahora se tiene una oportunidad de oro para que en una reforma substantiva, después de que se hayan aprendido varias lecciones del pasado inmediato, un gobierno del PP fuera lo suficientemente sensible para añadir una diferencia cualitativa a la propuesta de mejora del sistema de la enseñanza. Que la nueva ley de educación, la enésima en la democracia, partiera de conceptos adecuados era razón necesaria, pero no suficiente para que se hiciera bien lo que debe ser hecho bien, en el sentido aristotélico.

Reiteradas veces los obispos le han pedido, y ofrecido, al gobierno un modelo adecuado de enseñanza de la religión en la escuela. Lo ha hecho el presidente de la Conferencia Episcopal con la Vicepresidenta del Gobierno; lo han hecho los representantes de la Comisión mixta Iglesia-Estado... La respuesta ha sido el tactismo de la tecnocracia.

Hay quien sostiene que es pura estrategia y que, en el momento menos insospechado, y en el lugar menos imaginado, aparece una disposición en la que se cuela la percha para un desarrollo adecuado de la asignatura de religión en los colegios. Asignatura no evaluable, en principio, con lo que seguiríamos en el quiero y no puedo. Si es un movimiento táctico, pactado, se verá pronto. Lo que está claro es que se ha querido evitar un punto fácil de ataque a la ley por parte de la oposición y de la izquierda educativa y cultual. Por otra parte, uno más, qué más da.

Lo que está claro es que tanto el obispo presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza, monseñor Casimiro López, como el secretario general de la Conferencia, monseñor Martínez Camino, no van cejar en su empeño. Lo tienen muy claro y están dispuestos a facilitar al gobierno todo lo que deba ser facilitado. El modelo de la LOCE de 2004 no era un mal modelo. La contribución del grupo de sabios que han trabajado en estos temas desde hace mucho, mucho tiempo, encabezados por Olegario González de Cardenal, es suficientemente adecuada para el pluralismo social.

La clase de religión en la LOMCE es un capítulo que está por escribir. Veremos cómo se redacta en una ley que padece, en este capítulo, amnesia.

jfsoc@ono.com

 

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