Hacia la abolición universal de la pena de muerte

El pasado día 30 Benedicto XVI dirigió unas palabras a las delegaciones de varios países que participaban en una actividad promovida por la Comunidad de San Egidio sobre el tema: "No hay justicia sin vida". Ese día de noviembre cientos de capitales del mundo celebran la jornada contra la pena capital con las luces y campanas de "Ciudades por la vida, ciudades contra la pena de muerte".

Promovió esta iniciativa en 2002 San Egidio, institución italiana que tanto contribuye a la paz en el mundo, al diálogo interreligioso y a la cooperación internacional. La fecha recuerda el día de 1786 en que el Gran Ducado de Toscana adoptó la primera abolición en Occidente.

"Espero –dijo el Papa- que vuestros debates alienten las iniciativas políticas y legislativas promovidas en numerosos países para eliminar la pena de muerte y continuar los progresos obtenidos en la conformación de la legislación penal tanto a la dignidad humana de los reclusos, como al mantenimiento eficaz del orden público".

El movimiento abolicionista avanza en todas partes, también en Estados Unidos. La última noticia es la suspensión de ejecuciones en el Estado de Oregón. La decisión invita a recordar el caso de otros miembros de la Unión, que comenzaron con suspensiones, y terminaron con la decisión parlamentaria de abolir la pena capital. El año puede acabar con la cifra más baja de las últimas décadas, desde que se restableció en 38 Estados después de la sentencia del Tribunal Supremo de 1976.

Desde 1976 la pena capital se ha aplicado a unos 1300 reos, la mayoría hombres negros. Estados Unidos es el quinto país del mundo en ejecuciones, aunque en proporción decreciente, y muy por detrás de China, varias repúblicas islámicas y Corea del Norte. Entre Irak, Irán, Arabia Saudita y Pakistán alcanzan el 93% de las ejecuciones anuales.

Ha sido el gobernador demócrata de Oregón, John Kitzhaber, quien ha decidido suspender, hasta el final de su mandato, su aplicación por considerarla "moralmente equivocada". En su etapa anterior al frente del Estado, en 1996 y 1997, autorizó ejecuciones. Pero ha evolucionado, y considera hoy que "la pena de muerte practicada en Oregón no es imparcial ni justa, ni rápida ni certera. Y no es aplicada de manera igual a toda la gente". John Kitzhaber señala que no es justo que, por crímenes semejantes, unos sean condenados a cadena perpetua y otros a muerte. Por otra parte, en términos consecuencialistas, aduce con razón que las ejecuciones no han aportado de hecho más seguridad a la convivencia ciudadana.

Kitzhaber recordó ante la prensa los duros momentos en que debió autorizar ejecuciones: "fueron las decisiones más agónicas y difíciles que he tenido como gobernador, y lo he reconsiderado mil veces en los últimos catorce años". Su conclusión ahora es neta: "es tiempo ya de que Oregón se plantee otra solución; rehúso a formar parte por más tiempo de un sistema no equitativo".

Con esta decisión, Oregón se une a los Estados que han ido renunciando a aplicar la pena de muerte, tras Illinois, Nueva Jersey y Nuevo México. Se mantiene en 34 Estados, aunque, de hecho, sólo doce la aplicaron en 2010. El año pasado hubo un total de 46 ejecuciones, la mitad que diez años atrás. Y el número de penas de muerte pronunciadas, 110, es la tercera parte de las señaladas al comienzo de los años 90.

En el conjunto del país, los sondeos de opinión muestran un descenso en el apoyo a la pena de muerte: 65% en 2006, frente al 80% en 1994. Los partidarios representan algo más de la mitad de los demócratas, dos tercios de los independientes y el 80% de los republicanos. Hoy por hoy, posicionarse contra la pena de muerte sigue siendo un suicidio político, incluso en el campo demócrata, salvo que el futuro de John Kitzhaber muestre lo contrario. No puede olvidarse que, por siglos, la pena de muerte se aceptaba pacíficamente por grandes pensadores como Aristóteles, san Agustín, Kant o Hegel. Se admitía, incluso, aunque para supuestos de extrema gravedad, en la primera redacción del actual Catecismo de la Iglesia Católica, luego revisada a la luz de la Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II.

Pero la noticia de Oregón confirma que la evolución es lenta, pero sin retrocesos. Y una vez más recuerdo al que fuera presidente de la I República española, Nicolás Salmerón, quien dimitió el 6 de septiembre de 1873, para no firmar una pena de muerte: la ética de la convicción se impuso a la de la responsabilidad.

 

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