La Navidad cristiana en Oriente y Occidente

Dentro de la abrumadora información negativa sobre los cristianos en Oriente, resulta un alivio la decisión del gobernador de Kirkuk, el kurdo Necmettin Karim: el 25 de diciembre será día festivo, para expresar de forma pública la solidaridad hacia los cristianos con motivo de la Natividad del Señor.


También en Occidente hay noticias esperanzadoras, como los resultados de un sondeo francés, sobre la presencia de belenes en lugares públicos: según la encuesta Ifop publicada el 14 de diciembre en Ouest-France, es partidario el 71% de los consultados (incluido un 60% de personas sin religión); sólo para el 18% ese símbolo religioso es incompatible con la neutralidad del servicio público. Ciertamente, en la aceptación influye la consideración de que forma parte de la tradición cultural. De hecho, así sucede con el mantenimiento popular de tradiciones cristianas, aun secularizadas, como el árbol de Navidad o el calendario de Adviento.

Por si fuera poco, un auto del tribunal administrativo de Montpellier –en apelación a sentencia negativa en primera instancia‑ no considera urgente retirar el belén instalado por el alcalde de Béziers. Los jueces no entran en el fondo –conformidad o no con exigencias de laicidad previstas por la ley de 1905‑; señalan sólo que no es urgente: un modo salomónico de que el nacimiento se mantenga en su sitio durante esta Navidad.

Antes, en Holanda, autoridades locales debieron imponerse a talibanes laicistas, que actuaron con inusitada violencia contra el supuesto racismo del paje negro de san Nicolás: convirtieron en susto y lágrimas lo que debía haber sido una alegre cabalgata de felicidad e ilusión para los niños. En Amsterdam la había autorizado un alcalde socialdemócrata, y el Consejo de Estado rechazó la demanda de una asociación que la considera ofensiva para los negros.

También se han producido conflictos en Estados Unidos, un país cada vez más influido por un laicismo ajeno a su tradición. Tuvo cierto eco la decisión de las autoridades educativas del condado de Montgomery de suprimir las referencias religiosas a la Navidad en el calendario para 2015-1016. Se trata de una zona suburbana del estado de Maryland, que forma parte del área metropolitana de Washington-Baltimore.

No se hizo esperar una reacción a la americana: un belén viviente, interconfesional, de más de mil personas, conseguía batir un record Guinness en el Rock Canyon Park in Provo (Utah, al norte de Arizona, entre Colorado y Nevada), para recordar el sentido cristiano de la Navidad, frente al mercantilismo o el mero intercambio de regalos.

El Papa Francisco continúa en Roma las tradiciones. No se puede olvidar que fue san Francisco de Asís quien introdujo la costumbre de los belenes en la Iglesia. Y tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI recordaron el sentido cristiano del árbol de Navidad, a veces, con expresiones bellísimas, con motivo de encender el papa Ratzinger desde Roma el árbol de Navidad más grande del mundo (en Gubbio, Umbria, al norte de Roma): “Cuando lo miramos, nuestros ojos se dirigen hacia arriba, hacia el cielo, hacia el mundo de Dios". "Mi primer deseo es, por lo tanto, que nuestra mirada, la de la mente y la del corazón, no se detenga solamente en el horizonte de este mundo, en las cosas materiales, sino que (…) tienda hacia arriba, que se dirija a Dios". El árbol recuerda la luz que envolvió a los pastores: "El segundo deseo es que nos recuerde que también nosotros necesitamos una luz que ilumine el camino de nuestra vida y nos dé esperanza, especialmente en esta época”. "Pero este árbol tan grande lo forman muchas luces. El último deseo es que cada uno de nosotros aporte algo de luz en los ambientes en que vive: en la familia, en el trabajo, en el barrio, en los pueblos, en las ciudades”. Frente al egoísmo que “cierra el corazón y lleva a pensar sólo en uno mismo”. “Cualquier pequeño gesto de bondad es como una luz de este gran árbol: junto con las otras luces ilumina la oscuridad de la noche, incluso de la noche más oscura".

Al cabo, más allá de tradiciones o ideologías, vale la pena considerar el gran resumen del Catecismo de la Iglesia Católica, 1665, válido también en este tiempo entre sínodos: “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la 'familia de Dios'. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, 'con toda su casa', habían llegado a ser creyentes (cf. Hch 18, 8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase 'toda su casa' (cf. Hch 16, 31 y 11, 14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente”.

 

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