Ricardi propone ante numerosos líderes religiosos clausurar la década del 11-S y "fundar una época de paz"

El fundador de la Comunidad de Sant'Egidio, promotora del Encuentro Internacional por Paz que se celebra hasta este martes en Barcelona, lanzó este domingo, ante líderes de las más importantes religiones, el reto de clausurar la década marcada por los atentados del 11-S para "fundar una época de paz" con "fundamento espiritual".

El profesor Ricardi recordó la insistencia de Benedicto XVI de 2007 en Nápoles ante líderes de otras religiosos sobre el "respeto de las diferencias de las varias religiones y que todos estamos llamados a trabajar por la paz y a un compromiso factible para promover la reconciliación entre los pueblos".

El Papa resaltó entonces "el auténtico ‘espíritu de Asís’, que se opone a toda forma de violencia y al abuso de la religión como pretexto para la violencia. Ante un mundo desgarrado por los conflictos, donde a menudo se justifica la violencia en nombre de Dios, es importante reafirmar que… las religiones pueden y deben ofrecer preciosos recursos para construir una humanidad pacífica, porque hablan de paz al corazón del hombre…”

El fundador de San Egidio instó a "reconstituir las vértebras de un mundo como familia de los pueblos, en las diferencias, familia de civilizaciones y religiones diferentes. No es una operación sencilla. Hay necesidad de un tejido espiritual capaz de afirmar la dignidad de la diferencia. La paz es un tejido espiritual y humano capaz de hacer vivir juntos a mundos distintos. La paz tiene un fundamento espiritual en las diferentes tradiciones religiosas".

Ricardi quiso subrayar que "esto no es el relativismo para el cual todas las religiones son iguales. Las religiones son irreductiblemente diferentes", afirmó. "Y sin embargo se encuentra en la propia tradición religiosa aquel mensaje pacífico que da lugar a la dignidad de quien es diferente, aun más, que reconoce en él a un familiar. Quien es diferente de mí, me es igualmente familiar. Nosotros debemos evitar la dramatización de las diferencias, que es un juego peligroso por el clima de nuestros países, aunque electoralmente pueda parecer rentable. De este modo la presencia de los gitanos no es una amenaza, sino un problema para afrontar con paciencia y compromiso. La integración de los inmigrantes es un deber de esta época, para desarrollar con inteligencia".

 

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