Relato estremecedor de un obispo español en Centroáfrica: “Me arrodillé para pedir perdón a esa viejita, por lo que nuestro mundo le ha hecho”

Juan José Aguirre Muñoz es misionero comboniano y obispo de Bangassou (Centroáfrica). Impotente ante las atrocidades que están ocurriendo en pueblos de su diócesis, ha contactado con sus amigos en España para que le ayuden a denunciar los crímenes que se están viviendo el país. Entre otras, cuenta la historia de una viejita que encontró "exhausta" en un campo de concentración recién llegada de una caminata de 20 días huyendo de un grupo de rebeldes.

"Hace 25 días visité en Centroáfrica uno de los campos de refugiados congoleses que han huido de la LRA (Ejército de Resistencia del Señor). Eran 4.500. Acababan de llegar. Estaban aún sentados en el suelo duro de la tierra roja centroafricana y tenían hambre. Preparamos de comer para ellos durante en grandes cacerolas hasta que llegó el PAM, el ACNUR, y otros organismos". "Me fijé en una viejita, casi desnuda sentada en el suelo. Después de 20 días de camino estaba exhausta. Me dijeron que 20 días antes, cuando decidieron abandonar el poblado por miedo a la LRA, pensaron en lo que tenían que llevar y lo que, por fuerza, tenían que abandonar. Me dijeron que algunos miraron de reojo a la viejita pensando que, tal vez cacerolas para comer y ropa para protegerse del frío en la selva serían más útiles que la viejita. Al día siguiente, me contó el responsable del campo, decidieron llevársela al exilio, cogieron una sillita de mimbre, la ataron al portaequipaje de la bicicleta y allí sentaron de horcajadas a la abuela, mientras que la madre iba en el sillín, con un hijo a la espalda y pocas cacerolas en la cabeza y el padre tiraba del manillar. Viéndola en el suelo, salvada del abandono por chiripa, me dio pena, casi que me arrodillé para pedirle perdón, por lo que nuestro mundo ha hecho con ella, porque nadie cuenta con su opinión, porque ella no sabe nada de coltán, de rebeldes tutsis, de móviles ni de misiles. Sólo es una víctima colateral, amargada la vejez por el egoísmo de otros".

El obispo Aguirre explica en su carta que el 'Ejército de Resistencia del Señor (LRA)' llegó a Centroáfrica desde Uganda pasando por el Congo. Y explica que a pesar del nombre "rimbombante", no son un ejército, "en Centroáfrica son apenas un puñado, ni resisten a nadie porque llevan años escapando junto a su líder, el ugandés Joseph Kony, ni son del Señor".

El último episodio que dio lugar a la huída de gran parte de un poblado ocurrió el pasado dia 9 de febrero. "Un grupo de rebeldes violentos y desesperados atacaron Nzacko, un pueblo de 15.000 habitantes al norte de Bangassou. Hombres y algunas mujeres armados con Kalasnikoff abrieron fuego en el mercado, mataron a algunos comerciantes que no querían abrir sus negocios, robaron todo lo comestible que allí había, y raptaron a 37 jóvenes, chicos y chicas (algunas de 12 años), como porteadores y desaparecieron dejando Nzacko entre el desconsuelo y el abatimiento. El mercado se tiñó de llanto y muchas familias de desesperación porque no saben si algún día los chicos lograrán huir de la quema, las chicas lo tendrán muy crudo, tan crudo y descarnado como las apetencias sexuales de esos rebeldes que se esconden en la selva desde hace ya 3 años".

Recuerda que la LRA sigue viva por la guerra de los Grandes Lagos, "que sigue latiendo tras haber causado desde 1994 4 millones de muertos". Huyen, dice, de los ataques del ejército ugandés que los persigue. "Los países limítrofes a los Grandes Lagos, en especial el Congo, tienen minas de coltán, manganeso y oro en las que decenas de compañías europeas, asiáticas y norteamericanas están interesadas. El coltán (colombio y tantanio) es un superconductor que se utiliza en móviles, ordenadores, en vuelos espaciales y misiles aire-tierra teledirigidos".

Añade que "mientras haya guerra habrá extracción incontrolada de coltán y la LRA y otros grupos rebeldes seguirán campando a sus anchas". Y recuerda que mucho de ese material es el que utiliza empresas como Nokia, IBM, HP o Motorola para producir los aparatos de última generación que usamos en España mientras vivimos "pendientes de la palabra “crisis” o de la credibilidad del presidente Zapatero".

 

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