Otra piedra en el zapato de las relaciones entre la Santa Sede y China: cuatro obispos de la Asociación Patriótica Católica China y excomulgados por Roma entran en el Partido

Daba la impresión de que, en estos últimos tiempos, el Gobierno chino mostraba una mejor predisposición en sus relaciones unilaterales con la Santa Sede. Algo que puede haberse quedado en agua de borrajas en un momento político especialmente importante: el Congreso Nacional del Pueblo y la Conferencia Consultiva de Política Popular de China. La inclusión de cuatro obispos de la Asociación Patriótica Católica China en el aparato del partido comunista renueva dificultades en la hipótesis de la vuelta a la obediencia romana. Más aún si estos prelados están excomulgados.

Las noticias que provienen de China no auguran un futuro fácil para la diplomacia vaticana en cuanto al país más poblado del mundo. El régimen comunista prosigue con su tendencia a fortalecer una iglesia local alejada de los dictámenes de Roma y sometida al poder político. Su bicefalia resulta dolorosa: si apenas hace dos semanas el ministro de Asuntos Exteriores, Hong Lei, manifestaba sus esperanzas en mejorar las relaciones con la Santa Sede con la llegada del nuevo Papa, ahora los órganos del partido incorporan a cuatro prelados a las estructuras oficiales.

Además de las divergencias ideológicas, el reconocimiento por parte del Vaticano del estado de Taiwán abrió profundas grietas en las conversaciones. La vuelta hacia atrás de esa postura es la premisa sine quae non que establece el Gobierno para dar pasos hacia adelante en la 'tolerancia' religiosa.

Una separación forzosa

La Asociación Patriótica Católica China no refleja la situación de los fieles. No existe animadversión hacia Roma ni odio al Santo Padre o a sus disposiciones. Pero la persecución requiere muchas renuncias personales y, en determinadas ocasiones, ese valor posee límites. Las experiencias del nazismo o de 73 años de comunismo ruso pueden extrapolarse al "socialismo de mercado" dirigido desde Pekín. Y dos tercios de los católicos subsisten en la clandestinidad, pero uno pertenece a esta iglesia local cuyos obispos nombra el régimen.

El obispo de Shantou, Huang Bingzhang, ilegítimamente ordenado y excomulgado por la Santa Sede en 2011, fue designado como nuevo miembro de la Academia de Policía. Otros tres prelados ilegítimos fueron elegidos para formar parte de la Conferencia Consultiva de Política Popular de China: Ma Yinglin de Kunmin, presidente de la llamada Conferencia de Obispos Chinos, no reconocida por la Santa Sede y cúpula episcopal de los 'católicos oficiales'; Zhan Silu de Mindong, vicepresidente de la misma Conferencia; y Lei Shiyin de Leshan, vicepresidente de la Asociación Patriótica (también fue oficialmente excomulgado por la Santa Sede hace dos años).

Un periplo largo y áspero

Las relaciones con cualquier régimen totalitario suelen conllevar incomodidades y trabas. El hecho de trabajar al albur de la decisión de un dictador o de un consejo similar causa que se vire de rumbo con la misma facilidad con que se pasa de un día a otro. Y la religión siempre preserva un presupuesto de independencia normalmente peligrosa para el mando político, no tanto por lo que realmente es como por lo que representa: no agachar la cabeza ante una orden que no provenga de sus autoridades. Pese a lo cual, el catolicismo crece día a día tras las fronteras del Himalaya, hasta el punto de que se calcula que la cifra pasa de 20 millones de personas.

El país de Mao cortó relaciones con Roma en 1951, dos años después de la Revolución comunista. Secuestros, encarcelamientos y asesinatos se han sucedido durante décadas y continúan presos un buen número de prelados no sometidos a las órdenes del régimen. Sesenta años de materialismo, por más que ahora la economía centralizada se haya transformado en un socialismo de mercado, dejan huella y corazones vacíos que buscan en la religión un refugio contra tanta superficialidad. Cada nombramiento de obispos locales sin consentimiento del Santo Padre ahonda en las diferencias, por mucho que se trate de hallar un cierto consenso en las elecciones. Sin el respeto a esa prerrogativa papal, parece complicado que mejore la situación.

 

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