Una lectura atenta de los recientes acontecimientos en Cuba

La liberación de 52 miembros cubanos del llamado “Grupo de los 75”, condenados en la primavera de 2003 a 28 años de cárcel, ha tenido un gran impacto en la opinión pública mundial.

La decisión del presidente cubano de liberar a estos presos, según fuentes eclesiásticas bien informadas en Roma, comenzó a aletear en el ambiente pocas semanas antes de la visita a Cuba -a mediados de junio- del arzobispo Dominique Mamberti, secretario de la Santa Sede para las relaciones con los Estados.

Sin duda, la mediación de la Iglesia católica, y concretamente del cardenal arzobispo de La Habana, Jaime Ortega y Alamino, ha sido clave para que Castro cediera, unido a las presiones de las Damas de Blanco, que desde hace no mucho gozan de libertad para manifestarse públicamente.

Hay que recordar que las autoridades cubanas agradecen mucho la ayuda de la Iglesia católica, que suministra alimentos y medicinas a la población, y sin embargo es la única confesión a la que no se le ha permitido construir en los últimos años un templo nuevo.

Se ha sabido recientemente que el cardenal Ortega estuvo en Washington poco antes del anuncio de la Iglesia cubana de la liberación de los detenidos. Sin embargo, el purpurado parece no contar con el apoyo de todos los obispos de la Isla en esta causa. Algunos son contrarios a negociar con Castro, porque están convencidos de que las cosas seguirán sin mejorar, aunque reconocen que la reunión de las familias es una noticia positiva.

El ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos se felicitó por la importancia del gesto de liberar a los presos -que coincidió con su viaje a Cuba-, fruto del diálogo entre el gobierno y la Iglesia católica cubana. También aseguró que el compromiso de las autoridades de la Isla es liberar a todos los presos políticos y no sólo a los del llamado “Grupo de los 75”.

Ahora bien, según las mismas fuentes eclesiásticas, el compromiso del gobierno español de acoger a los ex presos cubanos, se debe principalmente a dos motivos: por un lado, al intento de contrarrestar la triste imagen de España en política exterior, y por otro, al deseo de impactar positivamente en la opinión pública europea y estadounidense.

Según algunos analistas, el problema es que las autoridades cubanas sólo han puesto en libertad a quienes deciden marcharse del país en compañía de sus familiares, sin poder volver a Cuba cuando quieran. Pero también hay muchos que no desean irse, o que a lo mejor prefieren otro destino distinto de España. Por eso, más que de liberación, habría que hablar de expatriación forzosa, expulsión o exilio.

Otro asunto que hay que tener en cuenta es que Estados Unidos considera la mejora de la situación de los derechos humanos y la liberación de los presos políticos en Cuba una condición imprescindible para levantar su embargo contra la Isla. Es muy probable que el Gobierno del presidente Obama anuncie el fin de las restricciones a los viajes a la Isla, es decir, del turismo de lujo, y los envíos de remesas.

 

Esto, sin embargo, aliviará sólo en parte al pueblo cubano, ahogado por la escasez de bienes necesarios para la subsistencia y la falta de recursos financieros. Ojalá no sea así, pero la impresión es que de los frutos se beneficiarán probablemente solo unos pocos; sobre todo, los militares que “controlan” la economía del país.

Por Alfonso Bailly-Bailliére

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