La Santa Sede lamenta la manipulación del concepto de “género”

Monseñor Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, intervino en Nueva York durante el debate sobre el seguimiento de la Cuarta Conferencia Mundial acerca del tema: “Mujer 2000: igualdad de género, desarrollo y paz para el siglo XXI”.

Tras poner de relieve que el debate sobre la cuestión del estatus femenino arroja sombras inquietantes, recordó los progresos alcanzados en los últimos quince años, cuando se celebró la Conferencia de Beijing: mejoras en la educación de las niñas, mayor participación de la mujer en la vida social, reformas políticas para derogar la discriminación contra las mujeres y leyes contra la violencia doméstica.

Sin embargo, señaló que no se pueden ignorar fenómenos como el aborto femenino, el infanticidio y el abandono, así como discriminaciones en la asistencia sanitaria y en la alimentación. Por otra parte, constató que tres cuartas partes de las personas afectadas por Sida son chicas y jóvenes entre los 15 y los 24 años y que en el tráfico internacional de seres humanos, la mitad de las víctimas son menores de edad, y el 70% niñas y mujeres.

A pesar de que el logro de la igualdad entre hombres y mujeres en campo educativo y laboral, en los derechos sociales y políticos, se considera en el contexto de la igualdad de género, monseñor Migliore lamentó la manipulación de este concepto, que se convierte en ideológico y retrasa el verdadero desarrollo de las mujeres.

Es notorio, por otro lado, que en los documentos oficiales recientes las interpretaciones del género eliminan toda especificidad y complementariedad entre hombres y mujeres. “Aunque esas teorías no cambiarán la naturaleza de las cosas, ya están -dijo- ofuscando y obstaculizando todo progreso serio y oportuno en el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de las mujeres”.

El arzobispo Migliore destacó que casi todos los documentos de conferencias internacionales o comités hacen hincapié en el vínculo entre la consecución de los derechos personales, sociales, económicos y políticos y una noción de salud sexual y de derechos reproductivos que perjudica a los concebidos y daña las necesidades integrales de las mujeres y de los hombres.

Frente a quienes piensan que la maternidad es un castigo para la mujer, el representante de la Santa Sede en la ONU afirmó que el respeto de la dignidad de las mujeres exige la promoción del derecho a ser madre, invirtiendo lo necesario en los sistemas sanitarios y mejorándolos.

Estas consideraciones del representante de la Santa Sede parecen ser la causa o una de las causas por las que algunas feministas presionen para que Naciones Unidas acabe con el estatus de Estado Observador Permanente, porque lo califican de “privilegio”. Sin embargo, este tipo de propuestas, además de ser viejas, no son representativas, porque la gran mayoría de los grupos y personas es favorable a la presencia de la Santa Sede en la ONU.

Por Alfonso Bailly-Bailliére

 

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