El Papa responde las preguntas de curas de los cinco continentes

Durante el diálogo con los sacerdotes que participaron en los actos de clausura del Año Sacerdotal, el Papa abrió su corazón de padre y pastor y respondió a las preguntas de cinco de ellos de cada continente.

Frente al problema de cómo afrontar las dificultades que encuentran los párrocos en su ministerio, el pontífice reconoció que hoy en día es muy difícil ser párroco y que las parroquias son cada vez más extensas, siendo imposible conocer a todos. Sin embargo, subrayó la importancia de que los fieles “vean en el sacerdote no solo a uno que trabaja y después es libre y vive solo para sí mismo, sino que es un hombre apasionado de Cristo”. En este sentido, dijo que hay tres prioridades fundamentales: la Eucaristía y los sacramentos, el anuncio de la Palabra, y el amor de Cristo, sin olvidar la oración, “que no es algo marginal, sino propio del sacerdote, también como representante del pueblo que no sabe orar o no encuentra tiempo para orar”.

Refiriéndose al peligro de la fractura entre teología y doctrina en la vida presbiteral, Benedicto XVI exhortó a los teólogos a ser valientes y a no temer “al fantasma de la ciencia”, resaltando que la formación es muy importante. Al mismo tiempo, habló de la necesidad de ser también “críticos”, teniendo en cuenta que el Catecismo de la Iglesia Católica “es la síntesis de nuestra fe y el criterio desde el que se puede determinar si una teología es aceptable o no”.

Otro sacerdote pidió al Papa que hablara sobre la profundidad y el sentido auténtico del celibato eclesiástico, también frente a las críticas mundanas a este don. El Papa recordó que el celibato “es un “sí” definitivo; un entregarse en las manos del Señor, en su “yo”, y por tanto se trata de un acto de fidelidad y confianza, que supone también la fidelidad del matrimonio”. Es decir, el celibato confirma el “sí” del matrimonio con su “sí” al mundo futuro”.

Sobre el tema de la escasez de vocaciones y de cómo afrontarla con eficacia, el Santo Padre llamó la atención frente a la tentación de transformar el sacerdocio “en una profesión normal que tiene su horario; como cualquier otra vocación, haciéndolo accesible y fácil”. La solución, dijo, es “rezar con gran determinación, con gran convicción, porque Dios no se cierra a una oración insistente, permanente, confiada, a pesar de que deja hacer, espera (…) más allá de los tiempos que habíamos previsto”. Además, “cada uno debería hacer lo posible para vivir el sacerdocio de manera convincente”. Y por último, pidió “tener la valentía de hablar con los jóvenes si pueden pensar que Dios los llama”.

Por Alfonso Bailly-Bailliére

 

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