Rouco en la Misa de las Familias “Sin la verdad del matrimonio, el organismo vivo, que es la sociedad, se desintegraría. Se pondría en peligro el hombre mismo”

Miles de fieles, cerca de cuarenta obispos y centenares de sacerdotes se han dado cita en la madrileña Plaza de Colón para celebrar la Misa de las Familias que ya se ha convertido en una tradición. En la homilía, el arzobispo de Madrid, cardenal Anotonio María Rouco Varela, mostró su esperanza, presente y futura en el papel de la familia para vencer los obstáculos económicos, jurídicos y políticos a los que se enfrenta.

Ni la densa niebla ni el intenso frío con los que había amanecido Madrid impidieron que miles de familias, cientos de sacerdotes y cerca de cuarenta obispos se dieran cita en la madrileña Plaza de Colón para celebrar la Eucaristía de la Fiesta de la Sagrada Familia, que ya se ha convertido en una verdadera tradición. En la homilía que pronunció monseñor Antonio María Rouco Varela, cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, mostró la esperanza que la Iglesia deposita en la familia para garantizar la buena marcha de la sociedad.

"Solo la familia concebida y vivida en la plenitud de su verdad, como la enseña el lenguaje inequívoco e indestructible de la naturaleza humana, despeja el horizonbe de la esperanza para e hombre y la sociedad de nuestro tiempo", explicó Rouco Varela.

El cardenal se refierió a la familia como núcleo capaz de vencer todos los obstáculos, "económicos, jurídicos y políticos" a los que se enfrenta. En este sentido, recordó algunos de los males que afronta la sociedad: relativismo, aborto y cultura de la muerte, divorcio... Por eso animó a los presentes: "Sois la esperanza para hoy. Sed fuertes, sed valirentes en la esperanza de la fidelidad" a través del amor.

"Amor que una a los hombres como hijos de Dios en la familia, en la sociedad y, por supuesto, en la Iglesia. El amor que hará posible terminar con esas dramáticas situaciones que se derivan de la extrema facilidad con que se llega al divorcio, se rompen las familias y se somete a sus miembros más débiles, a los niños, a una dolorosísima tensión interior que tantas veces los destruye por dentro y por fuera. El amor dispuesto al socorro y a la ayuda sacrificada y generosa de las familias entre si y entre sus miembros en las circunstancias tan frecuentes y dolorosas del paro, de las dificultades económicas, morales y espirituales. Un amor, que, perseverantemente vivido al calor y con la fuerza de la fe cristiana, hará posible terminar con la estremecedora tragedia del aborto practicado masivamente desde los años setenta del pasado siglo en la práctica totalidad de los países europeos, incluida España, al amparo de una legislación, primero despenalizadora del mismo y, luego, legitimadora".

Acabó invocando a esa necesidad de seguir viviendo en "la familia cristiana que persevera en la oración del hogar" y que no se amilana ante el rechazo con el que los acoge la sociedad, rechazo que procede de "no quererle conocer a Él".

 

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